Serie Especial COVID-19. Columna sobre Política y Relaciones Internacionales, 1° de mayo de 2020

Venezuela y COVID-19: la encrucijada de la política exterior de China en Latinoamérica

Por Parsifal D`Sola Alvarado 

El gobierno de la República Popular China ha donado insumos médicos a más de 100 países a nivel mundial para ayudar a combatir la propagación del COVID-19. A diferencia de Estados Unidos y Europa Occidental, en donde se ha desatado un intenso debate político acerca de las motivaciones de Beijing para ofrecer ayuda a escala global y a qué intereses responde esa cooperación, para la mayoría de los gobiernos latinoamericanos la denominada diplomacia médica china ha sido bien recibida por las elites políticas. Las acciones del gobierno chino en los próximos meses, en particular su posicionamiento frente a la crisis venezolana, serán claves para determinar si en América Latina se mantendrá la imagen positiva con respecto a China o si la opinión pública empujará la balanza en el sentido contrario.

En Latinoamérica, excluyendo a las naciones que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán, todos los países han recibido algún tipo de apoyo proveniente de China. A finales de marzo, en una videoconferencia copatrocinada por el Departamento de América Latina y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, cerca de 200 funcionarios gubernamentales y expertos en salud de China y Latinoamérica participaron en un intercambio sobre la pandemia y como contrarrestarla. Además del gobierno chino, el sector privado también está participando, por ejemplo Jack Ma del Grupo Alibaba, anunció a fines de marzo que realizaría donaciones a 24 países de la región. Empresas chinas como Tencent, Huawei, COFCO, China Communications Construction y el Banco de China también han contribuido con donaciones. La cooperación china siempre responde a sus intereses—primacía geopolítica, influencia política, afianzamiento de las relaciones económicas y comerciales, acceso a recursos naturales e imagen externa del país—en ese marco el alcance regional de su diplomacia médica como nuevo instrumento de su soft power, evidencia el esfuerzo de parte del gobierno chino por ganar mayor participación en el ámbito sociopolítico latinoamericano. Venezuela fue el primer país de la región en recibir personal médico de China a fines de marzo.

No cabe duda de que Venezuela es una de las naciones del continente que peor está preparada para contener esta pandemia. De acuerdo con una encuesta realizada por la Asamblea Nacional de Venezuela, los hospitales del país registran una escasez de medicamentos de 88% y una falta de material médico quirúrgico de 79%. La encuesta también indica que el 100% de los laboratorios en el país no funcionan de manera correcta por falta de reactivos, 53% de los quirófanos están fuera de servicio y 79% de los hospitales tiene problemas con el suministro de agua. Adicionalmente, Édison Arciniega, sociólogo de la Universidad Central de Venezuela y especialista en seguridad alimentaria, asevera que 8 millones de venezolanos padecen de hambre avanzada, condición que trae como consecuencia un nivel de inmunosupresión. De esta manera, el virus puede llegar a tener un índice de infección hasta cinco veces más alto que en países con condiciones sanitarias estables. En “materia de mortalidad, (el COVID-19) al llegar a un país con una situación humanitaria compleja, su letalidad podría ser hasta 10 veces superior” advierte Arciniega. Lamentablemente, estas cifras apuntan a que la crisis humanitaria que empujó en los últimos años a más de 5 millones de venezolanos a dejar su país se agravará más.

Las donaciones que el gobierno chino le ha entregado a Venezuela se han hecho a través de la administración de Nicolás Maduro, la misma administración responsable de la implosión del país. El grupo político que ha gobernado Venezuela durante las últimas dos décadas es el responsable del despilfarro de la mayor bonanza petrolera de la historia del país, incluyendo la mala gestión de los USD 65 mil millones de dólares obtenidos en préstamos de China. De la misma manera que se utilizaron los ingresos del auge petrolero para comprar voluntad política en la región, el régimen de Maduro utilizará la ayuda humanitaria que reciba, provenga de China o de cualquier otro país, como un arma política y no en beneficio de la población venezolana. Una manifestación de ello fue el anuncio de Maduro del envío de kits de prueba a San Vicente y las Granadinas, un país de ingresos medianos altos, justo dos semanas antes de la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebrada el 28 de abril para abordar el tema de la crisis venezolana. Durante la sesión, San Vicente y las Granadinas y Rusia fueron los países que más acentuaron su defensa del régimen de Maduro.

Aunque no lo exprese públicamente, el gobierno chino está al tanto de la situación venezolana desde hace varios años. En 2016, Beijing envió una comitiva a Caracas para articular su preocupación por temas de seguridad y pago de deuda. Algunos de los oficiales chinos expresaron que “existía consenso en que no se iba a invertir dinero nuevo,” y que “había un claro mensaje desde arriba: ‘déjenlos caer’.” De igual manera, un creciente número de analistas chinos ha protestado acerca de la relación de China con Venezuela, describiendo los préstamos como un “desperdicio de fondos públicos” y como una “deuda incobrable.”

La mayoría de los países de América Latina reconoce al presidente interino Juan Guaidó como el legítimo jefe de estado de Venezuela. Consecuentemente, la posición y las acciones del gobierno chino en relación con la crisis venezolana afectarán cómo la región percibe a China a corto y mediano plazo dado que la crisis venezolana ya trasciende las fronteras del país. Si Venezuela llega a convertirse en el epicentro regional de la pandemia, los esfuerzos de los países aledaños por contener la propagación del virus se verán seriamente afectados; las consecuencias son impredecibles. Mientras Maduro continúe aferrándose al poder y la situación en Venezuela siga empeorando, cualquier país que sea percibido a nivel latinoamericano como un aliado del régimen de Maduro, ineludiblemente estaría poniendo en juego su relación con la región. Una ofensiva de soft power chino acompañada de insumos médicos, no cambiará ese hecho.

Parsifal D`Sola Alvarado es Director de la Fundación Andrés Bello – Centro de Investigación Chino Latinoamericano.