Columna sobre Geopolítica y Geoestrategia, 1 de mayo de 2019
Neuquén en la órbita china
Por Ivan Witker
Si no hubiese sido por un artículo en The New York Times en julio de 2018, China continental habría completado de manera casi imperceptible, la construcción de una sofisticada base satelital en la provincia de Neuquén en Argentina. Se trata de una enorme instalación ubicada en una zona denominada Bajada del Agrio (por un villorrio a orillas de aquel río), en el corazón mismo de tierras picunches o mapuches del norte. La construcción se yergue a sólo 50 kilómetros de la frontera con Chile.
El almirante estadounidense Craig Feller emitió un informe sobre los presuntos riesgos a la seguridad global que representa esta base, especialmente por estar dotada de una gigantesca antena de 450 toneladas en su cúpula. Ello significa que habría adquirido implicancias geopolíticas no menores y que aquella provincia del sur argentino ya ha entrado en el radar de las superpotencias. La verdad es que antes del informe Feller, muchas circunstancias extrañas alimentaron especulaciones y versiones imprecisas acerca de qué se estaba construyendo realmente allí.
Ciertamente resulta difícil aceptar que sea un proyecto inocuo, como pretende la China Satellite Launch and Tracking Control General (CLTC), entidad que señala como fundamental a esta base para la exploración de la Luna. Así lo probaría el exitoso alunizaje del Chang´e 4 hace escasas semanas. Las desconfianzas en tal versión emanan de un hecho concreto, que el CLTC no es sólo una entidad científica, sino ante todo un organismo del Ejército chino. De manera aislada, varios medios argentinos han puesto atención en este extraño asunto. Un reportaje del Diario Clarín hace algún tiempo, indicaba que la Cancillería de los Kirchner se habría comprometido a tramitar con agilidad visas para los chinos que trabajen en la base, quienes además gozarían de inmunidad. Añade que se incluye el uso de frecuencias del espacio radioeléctrico nacional para que funcione la antena. Otro medio agrega que la instalación no pagará renta alguna en 50 años. Hace algún tiempo, Jorge Lanata dijo en su programa televisivo que el proyecto es del todo polémico desde sus mismo inicios, pues su construcción habría comenzado un año antes de firmarse el Convenio.
Envuelto en tal halo de misterio, resulta difícil establecer qué recibió a cambio el gobierno argentino presidido el 2012 por Cristina Fernández de Kirchner, cuando decidió firmar un documento llamado Acuerdo de Cooperación por 50 años para “seguimiento terrestre, comando y adquisición de datos, incluida una antena para la investigación”. La redacción del documento recién se hizo pública hace pocas semanas. A juzgar por las turbulencias financieras que vivía la administración Kirchner en ese momento, bien podría tratarse de un acuerdo quid pro quo, y que Beijing les ayudó en alguna de las tantas operaciones de salvataje financiero, hipótesis plausible.
Desde el punto de vista político, la base exhibe un aspecto extremadamente curioso. Pese a su lugar de emplazamiento, la organización mapuche argentina RAM, tan activa en contra de inversiones extranjeras (especialmente italianas), no ha realizado contra los chinos ni una sola acción. Desde luego tampoco alguna ceremonia sagrada ritual oponiéndose a tan ostensible agravio a tierras ancestrales.
En la actualidad, a simple vista, se advierte allí una instalación imponente, aunque se percibe en varios kilómetros a la redonda un ambiente poco corpóreo de protección. Rejas robustas, cámaras poco distinguibles y personas moviéndose con atenta discreción. En la zona se comenta que cuando recién comenzaron las remociones de tierra y delimitación de la obra, se transformó en tópico de conversación entre baqueanos del lugar aquel repentino trasiego de camiones y personas de origen chino. Como no había información oficial, se desataron rumores delirantes; hasta se habló de un depósito de armas nucleares chinas. Las autoridades de un pueblo cercano, llamado Las Lajas, quisieron revertir y solicitaron al gobierno provincial expulsar a los chinos y levantar allí un proyecto turístico. La iniciativa fue acallada rápidamente por emisarios de Buenos Aires.
La verdad es que el gobierno chino se ha congratulado en repetidas ocasiones de la temprana disposición argentina a plegarse a la red global de rastreo satelital que Beijing construye en diversos puntos del planeta, incluyendo países considerados aliados de EEUU, como Australia (Dongara), Suecia (Kiruna) y algunos africanos como Namibia (Swakopmund) y Kenia (Malindi). Sin embargo, a diferencia de aquellas, la base en Neuquén sigue en medio de una nebulosa con escasa información pública disponible, aunque ha trascendido que ya se encuentra trabajando a pleno régimen. Esta diferencia con las otras bases satelitales señaladas, podría generar un incordio que escale a otros niveles de la disputa chino-estadounidense. Por de pronto, hace poco apareció por allí una diligente ONG estadounidense para “ayuda humanitaria”; también se habla de una posible base logística del comando sur para atender “emergencias climáticas”.
Hace 42 años, Buenos Aires reconoció a Taiwán y por décadas mantuvo en el congelador las relaciones con Beijing, pese a que Mao invitó un par de veces a Juan Domingo Perón por la curiosidad de conocer su tercera vía. El reconocimiento mutuo se produjo recién en 1972 al calor de las visitas de Nixon y Kissinger a Beijing. En la actualidad, las relaciones bilaterales comprenden un sinfín de materias, siendo la base de Neuquén un símbolo, aunque ciertamente algo incómodo por las dificultades objetivas para explicar su existencia. Entre quienes han estudiado la incursión china en la región figura el argentino Diego Guelar, quien en 2013 escribió un libro con un título que invita a reflexionar: La invasión silenciosa, el desembarco chino en América del Sur. En su opinión, los chinos han apuntalado el peso argentino y comprometido inversiones en líneas férreas y otros rubros sin perder de vista el fin último, que es asegurar la construcción y funcionamiento de esta vital base, sosteniendo que es básica para proyectos de largo plazo.
En ese horizonte, las evidencias científicas apuntan a que los chinos (también rusos, indios y estadounidenses) van ahora por la extracción lunar del helio3, un isótopo casi inexistente en la Tierra, que se estima fundamental para los llamados desarrollos del futuro, como la medicina de imágenes, y que en cantidades pequeñas produce grandes volúmenes de energía altamente sustentable (25 toneladas bastarían para el planeta entero anualmente). Hay quienes sostienen que para eso, la base en Neuquén es clave.
Ivan Witker es Profesor e investigador de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE) y de la Escuela de Gobierno de la Universidad Central.