Columna sobre Género, 1 de febrero de 2019
Lengua e identidad: Universitarias chinas en Chile
Por Sonia Toledo Azócar
“No es fácil el encuentro, no es fácil la separación” (Li Shangyin)
El concepto de transitar acoge la idea de pasar de un punto a otro; de trasladarse. En los últimos años hemos podido observar el tránsito a América Latina de un número cada vez más creciente de universitarias chinas que se trasladan desde su comunidad académica a nuestras universidades, en un marco de intercambio institucional bilateral.
No es un viaje corto ni fácil, sin embargo, como cualquier travesía o transitar, entraña una experiencia académica y personal altamente positiva. Se trata de un movimiento transcultural a través del cual las estudiantes deben reconocer y reconocerse en la nueva cultura de acogida; esa otredad latinoamericana. En ese “otro”, y en el diálogo con esa alteridad, descubren elementos y signos comunes y otros, no pocos, disímiles. Respecto de estos últimos, cabe mencionar como un aspecto diferenciador, la lengua. El español y el chino mandarín son dos lenguas clasificadas como tipológicamente distantes[1]. Sus contrastes no son solo lingüísticos -de la organización estructural de la lengua y su funcionamiento-, sino también y fuertemente, culturales.
En el caso de Chile, un porcentaje importante de las estudiantes chinas de intercambio universitario proviene del área de Humanidades, en específico de Filología Hispánica (Lengua y Literatura española y latinoamericana), carrera tradicionalmente asociada, tanto en China como en América Latina, a mujeres. Su motivación principal es estudiar español en un contexto de inmersión hispanoparlante. Aprender o perfeccionar nuestra lengua es un desafío para toda sinohablante, supone no solo interiorizar las reglas del sistema formal de la lengua meta sino también, acoger los esquemas de actuación y guiones culturales que mediatizan nuestro comportamiento comunicativo y caracterizan nuestra sociocultura.
Cada lengua posee su propia identidad discursiva y cultural, un ejemplo de esto es el concepto chino miànzi 面子 rostro (Hu, 1944), entendido como la “imagen” (face en la cultura anglosajona) de respeto, prestigio o reputación que goza una persona en un círculo social, o sea, la “cara” de sí mismo en términos de atributos socialmente valorados como apreciables. El miànzi y la preservación de este, tiene una importancia histórica y actual en la sociedad china (Tao, 2010). Se sabe que sus raíces están en el sistema confuciano de virtud y decoro moral y que se mantiene hasta el día de hoy con variaciones menores. La imagen entonces es un constructo básico en el modo de describir y entender la cultura china y sus vínculos interpersonales. La construcción del yo individual está mediada por la identidad colectiva. La imagen de grupo prima en la sinocultura sobre la individual la cual debe protegerse por el bien común.
El concepto de miànzi encierra además de lo colectivo, un componente vinculante con el género. Estudios lingüísticos e interculturales han arrojado que las mujeres chinas, en situaciones comunicativas complejas y en relaciones asimétricas y de verticalidad (padre-hija; profesor-alumna, jefe-empleada), cuidan más su imagen y la imagen del otro que los hombres chinos. Evitan en general el enfrentamiento cara a cara, cuidan no atentar contra la imagen del otro, en especial si ese otro ostenta mayor poder, rango o posición social o bien edad. Su estilo comunicativo al quejarse, refutar, rechazar, etc. es más indirecto y atenuado. Se debe tener en cuenta que del mismo modo que la variable de jerarquía social o etaria, ambas ampliamente respetadas en la sociedad china, este comportamiento está cumpliendo con el papel instituido de “mujer” en la cultura tradicional que, a pesar de los avances de las nuevas generaciones y del contacto con otras culturas, puede estar demasiado enraizado y emerger en ciertos escenarios de interacción.
Ahora bien, investigaciones respecto del uso del español por parte de universitarias chinas de intercambio en Chile y universitarias chilenas, en lo que se relaciona al cuidado de no perder la cara (diou lian), han mostrado que la diferencia, como era de esperar, es bastante significativa. Las mujeres chilenas son mucho más directas y confrontacionales en su estilo comunicativo incluso en situaciones de diferencias de jerarquía y poder. En contraste, las estudiantes chinas buscan siempre el acuerdo con el otro, dialogan, negocian en pos de la “armonía”, noción que, como se sabe, atraviesa toda la sociedad china.
La reciente intensificación en las relaciones académicas entre universidades chinas y latinoamericanas, nos invita a reflexionar sobre los conceptos y nociones anteriormente revisadas y a re-situar el peso de la lengua y de la cultura en la construcción identitaria de las estudiantes chinas que llegan a nuestras universidades.
Nota [1]: En una escala de distancia interlingüística, el español respecto del chino mandarín se situaría en un extremo opuesto, más distante que lenguas como el inglés, francés y portugués (Lu,2008)
Sonia Toledo Azócar es Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid; es investigadora y coordinadora académica del Programa de Español como Lengua Extranjera de la Dirección de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.