Columna sobre Geopolítica y Geoestrategia. 15 de junio de 2022
Guerra en Ucrania y nuevo tablero geopolítico: Repercusiones en América Latina y el Caribe
Por María del Pilar Ostos Cetina
Analizar el nuevo tablero geopolítico nos sitúa en medio de las tensiones que se presentan en Eurasia, como parte de las pretensiones expansionistas de Rusia por retomar su predominio sobre el territorio de Ucrania, al que además de considerar su lugar mítico, se agrega la condición geoestratégica que hace de Ucrania un prototipo de Estado-bisagra, propicio para acercar a Rusia a las aguas cálidas del Mediterráneo y a los mercados que logró potencializar con varios miembros de la Unión Europea, principalmente en lo que concierne a la venta de hidrocarburos. Se trata de una situación de confrontación bélica en la que se combinan acciones propias de la geopolítica clásica, centrada en la expansión y la recuperación del espacio vital (lebensraum), además de revalorar el control sobre las fronteras y las áreas geográficas con enorme potencial, ya sea en materia cultural, productiva y esencialmente, favorable a contener cualquier tipo de amenaza que afecte los criterios de la seguridad y la defensa como se observa en el caso de Rusia a partir de la presencia cercana de la OTAN.
A lo anterior se suman otras interpretaciones sobre el mismo conflicto que ofrecen los postulados de la geopolítica crítica, que incluye a otros agentes y factores para el análisis, siendo pertinente mencionar en este caso, el papel de los corporativos dedicados al negocio de la agroindustria y a los hidrocarburos, aunado a las empresas transnacionales que se dedican a la comercialización de alimentos, sin dejar de lado las empresas dedicadas a la alta gama tecnológica que se emplea, entre otras cosas, en la supervisión de áreas de cultivo mediante drones que se operan de forma remota.
En ese sentido, la mirada sobre Ucrania como epicentro del conflicto que incide en este rediseño del nuevo tablero geopolítico mundial, se convierte en genuino laboratorio cuyos efectos, incluso llegan hasta la América Latina y la región del Mar Caribe. Efectivamente, la capacidad productiva de cereales, aceites y fertilizantes que ofertan tanto Rusia como Ucrania, que por cierto ha dado lugar a que el territorio ucraniano se haya convertido en el “granero de Europa” y también de otros países del mundo, entre ellos: Egipto, Líbano y Somalia, ha encendido los focos de alerta de la comunidad internacional a partir del alza de precios en productos de alta demanda como: maíz, trigo, cebada y aceites de girasol, al igual que de fertilizantes derivados del nitrógeno y el potasio, los cuales permanecen en espera de ser despachados a sus mercados de destino desde los puertos al sur de Ucrania que permanecen bloqueados por parte de las autoridades rusas.
La continuidad de este bloqueo en los principales puertos de Ucrania, aunado a las retaliaciones por parte de los países occidentales que se han sumado al veto de los productos y suministros procedentes de Rusia, sin duda alguna, está generando un efecto boomerang en toda la cadena de suministros que se emplea para garantizar la seguridad alimentaria a nivel mundial. ¿Qué repercusiones tiene para América Latina y el Caribe? una repercusión fundamental corresponde a la preocupación de los agricultores latinoamericanos, quienes en medio de este fuego cruzado, se enfrentan a un posible desabastecimiento de fertilizantes provenientes tanto de Rusia y Ucrania, generando un ambiente de incertidumbre en el corto y mediano plazo para cubrir la demanda de abonos utilizados en la actividad agrícola que caracteriza a varios países en la región, siendo Brasil uno de los más vulnerables en medio de esta coyuntura, ya que comercializa con Rusia cerca del 80% del suministro que requiere en materia de fertilizantes.
Por su parte, países como Haití, incluso quienes integran el Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador, Honduras), entre otros, cuyas capacidades agrícolas son limitadas, ya sea por falta de suelos productivos, sequías continuas, violencia rural y desplazamiento forzado, erosión de las tierras cultivables, falta de fuentes hídricas, etc., se ven obligados a importar la mayoría de sus alimentos, los cuales se cotizan en estos momentos a precios que van a la alza, ya sea por el ambiente de guerra en Ucrania, pero además por el rezago inflacionario que se acumula desde que la expansión mundial del COVID-19 desaceleró las economías del mundo de una manera drástica; lo que conlleva que en estos momentos el mapa geográfico de la crisis alimentaria en países de la América Latina y del Caribe, presente focos de población subalimentada, lo que nos sitúa frente a un contexto de mayores desigualdades a partir del acceso a los alimentos básicos, pero también frente a posibles escenarios de mayor tensión de carácter socio-económico atribuido al alza de productos esenciales para la actividad agrícola como son: semillas y fertilizantes, aunado a los problemas de falta de rentabilidad para atraer la mano de obra requerida en el sector agrícola.
En síntesis, las tensiones que se presentan actualmente al interior de Eurasia, avivan los divisionismos en forma de dos bloques que contienden en este nuevo tablero geopolítico, lo que conlleva una mayor polarización en el terreno internacional. Al tiempo que, resurgen viejos y nuevos problemas sustantivos a la sobrevivencia de la raza humana, ya que atañen a un plato de comida diaria, a la obtención de una fuente de empleo, a un techo para vivir, a permanecer en un lugar en paz y todos estos aspectos tienen una repercusión directa en América Latina y el Caribe.
María del Pilar Ostos Cetina es Investigadora en el Instituto de Investigaciones Estratégicas de la Armada de México (ININVESTAM). Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con estudios posdoctorales en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).