Columna sobre Economía, Comercio e Inversión, 1 de junio de 2019
Estados Unidos, China y la búsqueda por la tercera posición de América Latina
Por Gustavo Rojas
Las tensiones entre Estados Unidos y China se intensifican y los riesgos e incertidumbres económicas y políticas aumentan, con profundas implicaciones estructurales a nivel internacional. La globalización del conflicto venezolano y el acelerado avance de la presencia política y económica de China en el anteriormente conocido como “patio trasero” de los Estados Unidos, vuelven a situar a América Latina en el centro de la alta política mundial, un lugar poco común a lo largo de su historia.
La región es en la actualidad la que más depende de los intercambios comerciales con ambas potencias en el mundo. Pero comparativamente la evolución de los flujos comerciales con ambos socios ha sido distinta: la participación de los Estados Unidos como mercado externo de los productos latinoamericanos ha disminuido desde un nivel de 49.43% en 1999 a 33.26% en 2017, mientras que la de China ha aumentado de 1.90% a 18.49% durante el mismo período. No obstante, esta realidad regional se reviste de una profunda heterogeneidad: mientras cuatro de cada cinco dólares exportados por México se destinan a Estados Unidos, China se ha consolidado como el primer socio comercial de Brasil, Uruguay, Perú y Chile. La imposición unilateral de aranceles a las importaciones de los productos del principal socio comercial de Estados Unidos en la región, anunciada el 30 de mayo por el presidente Trump a México, y las posiciones desencontradas entre ambos países en relación al conflicto en Venezuela, conducen a una mayor aproximación entre México y China. En términos agregados, China ya es el principal socio comercial y fuente de financiamiento a largo plazo de América del Sur.
A medida que se aproximan las elecciones estadounidenses y la atmósfera política se vuelve más agresiva para las compañías y los ciudadanos chinos en ese país, los gigantes tecnológicos y las empresas emergentes chinas pasan a mirar con mayor atención hacia América Latina. Según los datos del China Global Investment Tracker del American Interprise Institute, los flujos de inversiones chinas en América Latina se han elevado un 6% en 2018, alcanzando la marca de US$22.1 mil millones. Sin embargo, mientras las inversiones chinas se han retraído en Argentina y principalmente en Brasil, han presentado un destacable dinamismo en Chile y Perú. Este resultado debe ser leído en el contexto de una desaceleración del 40% de las inversiones chinas en el mundo en 2018, lo que se ha reflejado en un aumento de la participación relativa de la región como destino de las inversiones globales chinas, incrementada desde 11.7% en 2017 a 20.8% de los flujos globales en 2018.
Ello se ha dado a la par de una fuerte desaceleración anual del 60% de las inversiones chinas destinadas a Estados Unidos en 2018 (US$9.7 mil millones), un resultado que amplía la brecha en relación a los US$55 mil millones invertidos por las empresas chinas en Estados Unidos en 2016, último año de la administración del presidente Obama. Conjuntamente, según el Bureau of Economic Analysis del gobierno de Estados Unidos, el stock de inversiones estadounidenses en América del Sur ha acumulado una reducción del 7% entre 2014 y 2017. México, Honduras y Panamá han sido los únicos países latinoamericanos donde se ha ampliado el stock de inversiones estadounidenses durante ese período. A eso se suma un recorte del 30% de la ayuda estadounidense a la región y el endurecimiento de las políticas migratorias dirigidas a la población latina en Estados Unidos.
Otro campo donde se ha ampliado la importancia estratégica de la región ha sido la batalla por el reconocimiento internacional entre Taiwán y China. Panamá, República Dominicana y El Salvador han pasado a reconocer a China desde 2017. A cambio, han obtenido financiamiento e inversión en infraestructura y se han comprometido a otorgar contratos a empresas chinas, contrabalanceando la histórica influencia estadounidense sobre estos países. América Latina sigue siendo clave en la batalla por el reconocimiento, una vez que 9 de los 17 países que mantienen actualmente relaciones diplomáticas con Taiwán son latinoamericanos.
La búsqueda del gobierno de Trump por evitar que la empresa china Huawei lidere el lanzamiento de la tecnología 5G en la región enfrenta grandes dificultades. A medida que el mundo se prepara para la revolución 5G, la tecnología china ofrece una opción atractiva para los países en desarrollo con escasez de recursos que buscan mejorar su infraestructura. América Latina tiene más de 200 millones de usuarios de teléfonos inteligentes, y es el segundo mercado móvil con mayor crecimiento en el mundo, detrás de África subsahariana. La tecnología móvil representa el 5% del PIB de la región y, a partir de mediados de la próxima década, deberá ampliar rápidamente su participación de la mano del 5G y sus variadas aplicaciones sobre diversos sectores de la economía. Los países más grandes de América Latina como México y Argentina, planean iniciar las primeras redes 5G de la región en 2020 mediante cooperación con Huawei, mientras se esperan prontas definiciones por parte de Brasil.
Mediante una inédita oferta de bienes públicos globales, la iniciativa china de la Franja y la Ruta (Belt and Road), trae el desarrollo de vuelta al centro del debate global, mientras los Estados Unidos evocan el bien y el mal en contra de China. Los recursos chinos son atractivos y sostienen su modelo económico como una alternativa a los países en desarrollo, evidenciando el fin de la hegemonía estadounidense sobre el relato del desarrollo. A medida que se intensifica la rivalidad entre Estados Unidos y China, los gobiernos latinoamericanos evitarán tomar posición, buscando mantener un balance y, al mismo tiempo, preservar los buenos términos que han caracterizado sus relaciones hasta el momento con China. Después de todo, hay mucho en juego con ambas potencias.
Gustavo Rojas es Investigador del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP).