Columna sobre Política y Relaciones Internacionales, 15 de mayo de 2018
El rol de México en la nueva fase de cooperación China-América Latina
Por Rafael Domínguez
El lenguaje de la diplomacia del II Foro China-CELAC (FCC) en torno al reconocimiento de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 como “plataforma común” debe ser deconstruido en vista del balance de luces y sombras que arroja la cooperación de China con América Latina en los últimos tres lustros. Según ciertos expertos, el ingreso de China a la OMC y su gran demanda de materias primas y productos agrícolas hicieron que América Latina se ganara la lotería de los commodities, lo que fue una bendición para una región entonces deprimida, que recibió una fuerte corriente de Inversión Extranjera Directa (IED) y sobre todo de financiación oficial en condiciones muy favorables.
Otros analistas, sin embargo, consideran que el crecimiento de América Latina, que en la década idílica 2003-2013 batió su récord histórico (2,4% acumulativo anual en PIB per cápita, dos décimas mayor que el del período de la industrialización liderada por el Estado de las décadas d 1930 a 1970 y casi un punto más alto que el otro período de la lotería 1870-1920), ahora depende más del desempeño de la economía china que del de Estados Unidos y tal dependencia tiende a reproducir un patrón centro-periferia, como indican el abultado déficit comercial y la estructura del intercambio de manufacturas chinas por productos primarios latinoamericanos.
La pregunta es si América Latina podrá aprovechar esta ventana de oportunidad comercial y de financiación que le abre China para lograr una inserción internacional autónoma o reproducirá la vieja lógica centro-periferia perpetuadora de su dependencia. Desde ciertos think tanks neoliberales de Washington llegan ahora a la región recomendaciones para una cooperación más asertiva con China apoyadas en la venerable tradición de las teorías estructuralistas y de la dependencia: América Latina tiene que negociar en bloque con China utilizando sus organismos de integración regional, debe ser más vigilante con los efectos de la IED de ese país y buscar el equilibro de la balanza comercial demorando el reconocimiento de China como economía de mercado en la OMC, y tiene también que reforzar la competitividad sistémica y las capacidades del sector público con políticas industriales integrales.
La CEPAL respondió a ese reto en el documento Explorando nuevos espacios de cooperación entre China y América Latina (2018) el que plantea incorporar al II Plan de Cooperación China-CELAC (2019-2021) metas cuantificables en materia de diversificación de exportaciones a China, de diversificación de la IED china en la región (tanto por sectores, con énfasis en transporte eléctrico y energías renovables, como por países de destino) y poner mayor énfasis en la cooperación en ciencia, tecnología e innovación. Pero lo que sigue faltando en América Latina es la coordinación política. La CELAC es un organismo tan débil que en la Declaración del II FCC siguió reconociendo la primacía del enfoque bilateral de la relación con China. América Latina carece en este momento de un campeón regional con la suficiente densidad nacional como para hacerse cargo de la coordinación política de la agenda de cooperación regional con China.
Sin embargo, esa falencia podría ser solucionada si el próximo mes de julio y con Andrés Manuel López Obrador como nuevo presidente de la República, México recupera la densidad nacional y el protagonismo internacional que tuvo en otras épocas. Y gracias a una estrategia de acumulación de poder del Estado frente a los intereses corporativos de todo tipo, que promueva la cohesión social, la estabilidad institucional y se apoye en un pensamiento propio, se convierta en realidad la largamente frustrada aspiración de hacer de México un país emergente.
México, que fue invitado por China en la última cumbre de los BRICS (2017) a unirse al grupo BRICS plus, reúne todas las condiciones para aprovechar las oportunidades que se abren con la guerra comercial desatada por Estados Unidos contra la Unión Europea y China para la región. México cumple con el requisito del tamaño estratégico (representa el 20% de la población y del PIB y el 45% de las exportaciones de América Latina y el Caribe). Cuenta con una gran experiencia en negociación de TLC (ha firmado 12 con 46 países), y podría tener un interés prioritario en desempeñar la función de campeón regional por motivos económicos y geopolíticos en una negociación con China.
En efecto, México, que intentó en 2008 integrarse en el club de los emergentes (con la creación de la marca BRICSAM), quiere recobrar protagonismo internacional con su participación en el BRICS plus (que es un indicador adelantado de su posible incorporación al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura) y es uno de los seis países de América Latina que tiene un Acuerdo de Asociación Estratégica con China (2016), junto Perú (2013), Venezuela (2014), Argentina (2015), Ecuador (2016) y Brasil (2017). La incierta renegociación del TLCAN recomienda diversificar a México diversificar la política comercial y los mercados, haciendo que la membresía de la Alianza del Pacífico responda de verdad a esa orientación geoestratégica.
México necesita recuperar el liderazgo continental perdido por la relación monogámica con Estados Unidos, y puede llenar el espacio político vacío que hay en la región por el reflujo de Brasil, la crisis de Argentina y el bloqueo interno en Venezuela. Y, finalmente, México puede poner en valor su capacidad de persuasión sobre los países centroamericanos para unirse a la política de Una sola China, tras los últimos reconocimientos de Panamá (junio 2017) y República Dominicana (mayo 2018), que muestran que esa política, y no la retórica del beneficio mutuo, es el principio supremo inspirador de toda la acción exterior de China.
Rafael Domínguez es Director del Grupo de Investigación en Desarrollo Humano y Cooperación Internacional (Cátedra COIBA), del Departamento de Economía de la Universidad de Cantabria y coordinador del Grupo de Investigación en Cooperación Sur-Sur de la Red Española de Estudios del Desarrollo.