Columna sobre Economía, Comercio e Inversión, 15 de febrero de 2019
China puede impulsar la reanudación del crecimiento de Brasil
Por Tulio Cariello
A partir del 2019, el nuevo gobierno brasileño tendrá mucho que ganar con el establecimiento de una visión más madura y pragmática en sus relaciones con China, acorde con la relevancia del país asiático para Brasil y el mundo. Antes de anunciar su candidatura a la Presidencia de la República, el entonces diputado federal Jair Bolsonaro demostró preocupación por la presencia de China en Brasil indicando que los chinos estarían «comprando Brasil, y no comprando de Brasil», percepción que refuerza la idea de que habría algún impulso predatorio por parte de Pekín.
Sin embargo, un análisis exhaustivo de las relaciones bilaterales en las áreas de comercio e inversión, indican que Brasil puede cosechar buenos frutos con el mantenimiento y el perfeccionamiento de una aproximación estratégica con China. Entre 2007 a 2017, de acuerdo con el Consejo Empresarial Brasil-China (CEBC), las empresas chinas invirtieron US$55.000 millones de dólares en Brasil. Sólo en 2017 se invirtieron US$8.800 millones de dólares, a través de 27 proyectos confirmados que englobaron diversos sectores, como petróleo y gas, energía, logística, investigación y desarrollo, agricultura y otras actividades industriales y de servicios. Además, casi la mitad de los emprendimientos se dio a través de proyectos greenfield, que involucra la construcción de nuevos negocios, generando empleos y calentando la economía local. En algunos puntos, por cierto, la esperada agenda privatizadora y liberal del Ministro de Economía, Paulo Guedes, está en consonancia con lo que ya se ha visto en la presencia china en Brasil, que también ha hecho adquisiciones importantes, sobre todo en el sector energético.
No obstante, el año 2018 parece haber experimentado menor efectividad de nuevas inversiones chinas, aunque ello sea reflejo temporal de las incertidumbres provocadas por el final de un gobierno transitorio y un año electoral particularmente inquieto. De todas maneras el interés de China por invertir, sigue firme: hasta el momento, datos preliminares del CEBC indican la existencia de 31 proyectos anunciados, el segundo mejor año en perspectiva histórica, detrás sólo del 2017. Por el momento, la percepción de la mayoría de los analistas sugiere que los inversores chinos estarían cautelosos, aguardando un nuevo marco regulatorio del gobierno en formación.
Además de la relevancia en términos financieros, las inversiones chinas en Brasil tienen mucho que ofrecer a cualquier proyecto de desarrollo nacional. China dispone de gran experiencia tecnológica en proyectos de infraestructura, fruto de décadas de gigantescas inversiones domésticas en el sector, que por mucho tiempo fue uno de los principales motores de la economía china. Empresas como “China Three Gorges” y “State Grid”, con presencia consolidada en Brasil, han trabajado en grandes concesiones públicas, como en la modernización de las centrales hidroeléctricas adquiridas en subastas realizadas por los últimos gobiernos. En ese contexto, los chinos operan de acuerdo con la legislación brasileña y las reglas de mercado, de forma similar a cualquier otro inversor extranjero. Además, su actuación está determinada por un impulso mercadológico: compran empresas a precios competitivos en Brasil y buscan la renovación de parte de la infraestructura nacional, elemento imprescindible para el flujo de millones de toneladas de soja y mineral de hierro que se venden a China todos los años (negocio altamente rentable, que generó US$38.300 millones de dólares para Brasil en 2018).
En términos comerciales, el escenario es aún más impresionante. De acuerdo con datos del Ministerio de Industria, Comercio Exterior y Servicios de Brasil, China es el principal socio comercial del país desde hace casi una década y desde 2009 se han mantenido superávits seguidos con ese país, llegando al récord de US$29.500 millones de dólares favorables a Brasil en el 2018, lo que en gran medida ha compensado las eventuales relaciones deficitarias o menos provechosas con otros socios relevantes, como Estados Unidos y la Unión Europea. En 2018, Brasil tuvo un récord histórico de exportaciones: vendió US$64.200 millones de dólares en productos destinados a China, un acontecimiento que indica que los chinos están concretamente «comprando productos de Brasil» como nunca.
El agronegocio es un sector ampliamente alineado con el nuevo Presidente de la República, y de acuerdo a la Escuela Superior de Agricultura «Luiz de Queiroz» (Esalq-USP), responsable de mantener casi 19 millones de empleos en Brasil, es uno de los mayores beneficiarios de una relación provechosa con China. De acuerdo con el Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento, en 2018, de los US$101,7 mil millones exportados por el sector, el 35% se destinó a China; y el 55% de todas las ventas brasileñas destinadas al país asiático tuvieron origen en el sector agropecuario, sumando exportaciones que llegaron a US$35.600 millones de dólares.
Es notable que las relaciones bilaterales hayan evolucionado en los últimos años y, a pesar de todos los avances, todavía hay un espacio prácticamente inexplorado por el lado brasileño. La economía doméstica de China tiene actualmente como elemento clave el consumo, fruto de una nueva clase media con demandas cada vez más sofisticadas y, consecuentemente, dispuesta a gastar más. Esta «revolución del consumo» abre una serie de oportunidades para el empresariado brasileño, que puede explorar nuevos mercados al interior de China a través de inversiones y exportaciones con mayor valor agregado, especialmente en áreas en las que Brasil ya es competitivo, como el propio sector de agronegocios. Estas perspectivas indican que una agenda bien construida con China tiene un gran potencial para contribuir de forma decisiva en la reanudación del crecimiento de la economía brasileña, algo que seguramente no debe ser ignorado por el nuevo gobierno.
Tulio Cariello es coordinador de análisis e investigación del Consejo Empresarial Brasil-China (CEBC).