Columna sobre Economía, Comercio e Inversión. 1° de agosto de 2022
China: Indicios sobre el inicio de una “nueva era” y sus impactos en América Latina y el Caribe
Por Sergio Cesarin
Mientras la guerra ruso-ucraniana define el pulso de Europa, la Alianza Atlántica (conformada por Estados Unidos y Europa), y la OTAN, América Latina y el Caribe (ALC) se debate bajo el marco impuesto por una doble disrupción: una etapa de ardua recuperación post COVID-19 que no cesa y aún perdura en sus secuelas sobre desempleo y pobreza, y un segundo frente derivado de la desaceleración económica, caída del dinamismo de mercados externos, e inflación del precio de alimentos, entre otros factores exógenos.
Perturbaciones en el comercio internacional y caída en flujos de inversión extranjera (IE), frenan el crecimiento de países en desarrollo. Los precios internacionales del petróleo, trigo y otros cereales se han disparado como resultado del conflicto ruso-ucraniano. Las restricciones a las exportaciones ucranianas impuestas mediante el bloqueo de embarques marítimos, son la principal causa. Asimismo, estas acciones determinan un mayor proteccionismo comercial mediante, por ejemplo, suspensión de exportaciones y acumulación de stocks por parte de países productores y exportadores; por ejemplo, Indonesia decidió cerrar las exportaciones de aceite de palma e India ha restringido sus ventas externas de trigo. Indonesia y Malasia representan más del 80% de la producción mundial de aceite de palma y registran una participación cercana al 60% en las exportaciones mundiales de los principales aceites.
Para las economías latinoamericanas en general, los planes fiscales expansivos destinados a sostener el consumo interno se ven limitados al igual que los créditos para consumo. Respecto a futuras posibilidades de financiamiento, mientras la guerra entre Rusia y Ucrania siga su curso y, con más razón en la etapa posterior, la exigencia de capitales para la reconstrucción ucraniana modificará la disposición por parte de entidades financieras internacionales, de otorgar préstamos a otros países en vías de desarrollo. De verificarse este escenario, reducirá aún más las opciones de acceso al mercado internacional de capitales a economías latinoamericanas altamente endeudadas.
Desde otro ángulo, los bancos rusos han provisto créditos para sostener economías latinoamericanas de países aliados como Venezuela, Cuba o Nicaragua durante los últimos años, pero con las instituciones financieras rusas sometidas a sanciones internacionales, estos países enfrentan desafíos económicos adicionales que obligan a implementar planes de ajuste (Venezuela); las carencias crediticias rusas podrían ser compensados por China, pero la disminución de préstamos otorgados por instituciones financieras chinas a economías latinoamericanas indica lo contrario ante una mayor aversión al riesgo. Complementan este cuadro de afectación del sector externo latinoamericano, la persistencia de sanciones económicas impuestas a China por parte de Estados Unidos en el marco de la guerra comercial bilateral. Esta variable, condiciona flujos de comercio desde y hacia América Latina y el Caribe.
Finalmente, la guerra ruso-ucraniana impone reacomodamientos políticos por parte de países latinoamericanos respecto a China, Rusia y los EE.UU. Ejemplo de ello ha sido la pasada Cumbre de las Américas, indicativa de las aspiraciones estadounidenses por recuperar espacios regionales de influencia ante la caída de reputación por parte de Rusia y China en América Latina y el Caribe. Equilibrios y equidistancia que son asumidos por cada país latinoamericano con matices, producto de intereses políticos domésticos pero, fundamentalmente, económicos, ejemplo: Brasil importa el 69% de sus fertilizantes desde Rusia y México es el segundo socio más importante de Rusia en Latinoamérica.
Ante este escenario, América Latina y el Caribe como lo plantea la CEPAL, muestra una fragmentada respuesta regional. De acuerdo a la perspectiva de este organismo, ante disrupciones ocasionadas por la guerra y las secuelas pandémicas, es el momento de fortalecer las relaciones comerciales intra regionales. Para lograrlo, propone la creación de tres pactos: uno productivo, uno social y uno fiscal.
Esta tríada acuerdista, funcionaría como una red proveedora de resiliencia ante los impactos provenientes de la caída en las corrientes internacionales de comercio (1% de cuerdo al Banco Mundial en 2022), la desaceleración económica europea, y la reducción del crecimiento de la locomotora china de un proyectado 5,5% a un 4,3%. En síntesis, surgen calaras evidencias que América Latina y el Caribe no es ajena a una guerra en territorio europeo cuyas repercusiones son verificables en distintos planos y dimensiones. Recuperar iniciativas multilaterales regionales que incrementen niveles intra latinoamericanos de coordinación y concertación política y económica parecen imponerse sin dilaciones.
Sergio Cesarin es Coordinador del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) en Buenos Aires.