Columna sobre Género, 1° de mayo de 2018
China: Desarrollo económico y (des)igualdad de género
Por Amelia Sáiz López
El 8 de marzo es la festividad de las mujeres en China (国际妇女节: día internacional de las mujeres), un día en que son objeto de cierta consideración social que se manifiesta, por ejemplo, con entradas reducidas a eventos culturales, o la reducción de la jornada laboral, entre otras. El 8 de marzo chino no es una jornada reivindicativa como suele ser en otros países, comparativamente el más reivindicativo fue en 2015 y como reacción internacional a la encarcelación de cinco mujeres activistas por preparar una campaña de concienciación contra el acoso sexual en el transporte público. Al no ser una jornada específica de las mujeres trabajadoras, no es el día para reivindicar políticas públicas destinadas a mejorar la situación laboral femenina. Y no lo es, porque desde la perspectiva china la reclamación de derechos laborales para las mujeres supone una discriminación para con los hombres trabajadores, una visión de la lucha de las mujeres que ha generado polémica en la sociedad china a finales del siglo XX y que las activistas vinculadas a la Federación de Mujeres intentaron resolver con el argumento de que la mejora en la situación de las mujeres repercute positivamente en el aumento de la calidad (suzhi, 素质) de la sociedad y que otras activistas solventaron desde la perspectiva de los derechos humanos.
Al igual que ha sucedido en otros países, la implementación de políticas económicas neoliberales en China ha producido una desregulación del mercado laboral con cambios en la producción y en las condiciones del empleo caracterizado por una mayor inestabilidad, temporalidad, precariedad y desempleo, afectando en mayor medida a las trabajadoras frente a sus compatriotas varones. La tasa de actividad femenina china en 2016 era del 63,3%, diez puntos porcentuales menos que en 1990. La reducción del empleo femenino se ha materializado en dos grupos diferenciados de trabajadoras: las de mediana edad despedidas y las madres con hijos menores a los 6 años -edad en que se inicia la escolarización obligatoria en China-; en este último caso se ha producido cierta desafección laboral por parte de mujeres urbanas que han abandonado la búsqueda de empleo para concentrarse en el trabajo de cuidados. Dadas las dificultades de incorporarse al mercado laboral una vez expulsadas del mismo, la desregulación del mercado laboral en China ha favorecido la reemergencia de lo doméstico como el espacio social generalizado donde se desarrolla el trabajo reproductivo.
En lo que llevamos del siglo XXI, la brecha salarial se ha incrementado. En el periodo que va desde 1990 a 2010 las trabajadoras urbanas experimentaron un aumento de la diferencia salarial con respecto a sus homólogos varones desde el 77,5% hasta el 67,3%; en el caso de las trabajadoras rurales, la discriminación salarial de género fue aún mayor, desde el 79% al 56%. Además, las mujeres migrantes perciben de media un 26% menos de salario que los migrantes varones. Según estos datos, la discriminación salarial de género no es ajena al peso específico del trabajo en los sectores secundario y terciario del sistema productivo actual y explica la persistente migración a las ciudades de mujeres originarias de zonas rurales, dado que la mayor diferencia de salario entre hombres y mujeres se encuentra en el trabajo rural.
No podemos olvidar que la asimetría salarial de género afecta a las estrategias familiares reproductivas. Según los datos disponibles, de 1990 a 2010 la infraestructura pública destinada al cuidado de los y las niñas, así como de las personas mayores -grupo que va creciendo sustancialmente cada año y a un ritmo superior a los equipamientos necesarios- se ha reducido y, por tanto, se he encarecido mucho este servicio al que hay que recurrir a precio de mercado privado. En consecuencia resulta inasequible para una gran parte de la población urbana. Paralelamente, durante este mismo periodo las madres urbanas con bajos salarios o con uno menor que el de sus maridos son las que en mayor medida han abandonado el mercado laboral, asumiendo el trabajo reproductivo de cuidados por la dificultad de destinar parte del presupuesto familiar a la contratación de esta prestación.
El desplazamiento de la fuerza productiva femenina a la esfera reproductiva, unida a la constante, y creciente, diferencia salarial en favor de los trabajadores varones, no necesariamente repercute en el decrecimiento económico del país, como muestra el caso de China, porque el descenso en la fuerza de trabajo se compensa con una mayor tecnificación del sistema productivo que le permite obtener un mayor rendimiento económico. Lamentablemente, el descenso de la fuerza productiva no tiene los mismos efectos en la igualdad social de género. Una de las consecuencias de las medidas económicas adoptadas en el país en las últimas dos décadas ha sido aumentar la dedicación de las mujeres al trabajo reproductivo y su dependencia económica de los hombres, a pesar del aumento en el número de mujeres (24,4%) que integran el grupo de trabajadores con mejor retribución salarial del país. En este sentido no podemos dejar de mencionar el efecto de la desigualdad de clase social en la desigualdad social de género en China, dimensiones interconectadas que explican el régimen de desigualdad inherente al sistema económico capitalista, aunque se encuentre reformulado por una “economía de mercado socialista”.
Amelia Sáiz López es Socióloga y Doctora en Estudios Interculturales por la Universidad Autónoma de Barcelona, es profesora de Estudios de Asia Oriental en esa misma Universidad. Es coordinadora del Eje de Género de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM).