Columna sobre Política y Relaciones Internacionales, 15 de Noviembre de 2025

Cambio demográfico y tecnología en China: Cooperación y aprendizajes para Latinoamérica

Por Viridiana Hernández Mejía
China enfrenta un fenómeno estructural que está redefiniendo su sociedad y su economía: el envejecimiento poblacional. Para 2035, más del 30% de la población china superará los 60 años, lo que representa un cambio demográfico sin precedentes que genera presiones significativas sobre los sistemas de salud, pensiones y el mercado laboral (Comisión Nacional de Salud de la República Popular China, 2023). Este envejecimiento no solo constituye un desafío social y económico; también se ha convertido en un motor de innovación tecnológica, impulsando el desarrollo de robótica, inteligencia artificial (IA) y automatización orientadas a mejorar la calidad de vida de los adultos mayores. En este contexto, la tecnología no se limita a optimizar procesos: busca dignidad, autonomía y bienestar social.
El fenómeno plantea interrogantes fundamentales para la política pública: ¿cómo enfrentar el envejecimiento poblacional sin sacrificar la interacción humana y los vínculos intergeneracionales? China ha respondido mediante un enfoque integral que combina innovación tecnológica con políticas públicas diseñadas para aliviar la presión sobre familias y servicios sociales. Ejemplos de esta estrategia incluyen la robótica social, sistemas de monitoreo remoto y viviendas inteligentes, herramientas que permiten complementar, y no reemplazar, el cuidado humano. Este modelo evidencia la necesidad de concebir la tecnología como un instrumento al servicio de la sociedad y no solo de la eficiencia económica.
América Latina se encuentra en un punto de inflexión comparable, aunque con ritmos y contextos distintos. La región también enfrenta un envejecimiento poblacional progresivo, con características específicas como desigualdad estructural, sistemas de salud fragmentados y tradiciones culturales donde el cuidado de los adultos mayores recae mayoritariamente en mujeres. Esta situación plantea una oportunidad para aprender de la experiencia china, adaptando soluciones tecnológicas a realidades locales y asegurando que la innovación no se convierta en un sustituto de la atención humana, sino en un complemento ético y culturalmente sensible.
Desde una perspectiva de cooperación internacional, el envejecimiento y la innovación tecnológica abren un campo emergente para la diplomacia tecnológica y la cooperación Sur-Sur. China y América Latina pueden ir más allá del comercio y la inversión tecnológica hacia proyectos conjuntos que integren investigación aplicada, diseño de políticas públicas, planificación urbana y modelos de cuidado centrados en la dignidad de las personas mayores. La cooperación en este ámbito no solo resulta estratégica, sino también ética, al promover un desarrollo tecnológico alineado con el bienestar social.
La región podría avanzar mediante tres estrategias complementarias:
  1. Participar en proyectos piloto que adapten la robótica y la inteligencia artificial a contextos locales.
  2. Establecer redes de investigación conjunta entre universidades y centros de innovación chinos y latinoamericanos.
  3. Diseñar políticas públicas que integren tecnología, equidad y ética en la atención a adultos mayores.
China ya se perfila como potencia en tecnología geriátrica. América Latina tiene la oportunidad de integrarse a este proceso sin perder la dimensión comunitaria y humana del cuidado. La robótica social y la IA no deben percibirse como inevitables reemplazos de la interacción humana, sino como herramientas que amplían la autonomía, la participación y la calidad de vida de las personas mayores.
En última instancia, el cambio demográfico constituye un espejo de las prioridades económicas, sociales y éticas. La tecnología, cuando se aplica con responsabilidad y perspectiva de políticas públicas inclusivas, puede transformar la vejez en un espacio de autonomía y dignidad. La cooperación con China permite explorar modelos de envejecimiento que integren eficiencia y cuidado humano, combinando innovación tecnológica y humanismo.
El progreso, entonces, no se mide únicamente por la implementación de robots o sistemas inteligentes, sino en la capacidad de dignificar cada etapa de la vida. América Latina puede aprender de la experiencia china, adaptarla a sus contextos y garantizar que la tecnología esté al servicio de la sociedad, y no solo de la productividad. En un mundo que envejece, la innovación tecnológica debe concebirse como un instrumento para sostener la vida, fortalecer los vínculos intergeneracionales y construir sociedades más justas, equitativas y humanas.
Viridiana Hernández Mejía es Abogada,  Doctora en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e integrante de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM).