Columna sobre Historia y Relaciones Culturales, 1° de Diciembre de 2025
Pensando el estado-nación: Liang Qichao y América Latina en diálogo
Por Carla Rosso
El final del siglo XIX marcó un periodo de profunda crisis para China. Fue entonces cuando la figura de Liang Qichao emergió como un actor fundamental para reflexionar sobre el futuro del país y su preservación. Su obra expresa el esfuerzo por imaginar una nación capaz de responder a un orden global desigual, dominado por el avance de las grandes potencias imperialistas. Uno de los aspectos más interesantes de su pensamiento es que concibió el nacionalismo como un fenómeno situado, inseparable del mundo que lo rodea.
Hoy, cuando América Latina enfrenta un escenario internacional complejo y plagado de tensiones, volver a la obra de Liang Qichao invita a preguntarnos: ¿cómo se construyen las identidades colectivas bajo presión externa? ¿Qué significa fortalecer el Estado desde una posición periférica?. Esta columna propone una reflexión latinoamericana, apoyada en estudios de filosofía china, para explorar qué puede enseñarnos Liang sobre la creación de proyectos nacionales en contextos globales desafiantes.
Liang Qichao y el contexto internacional
Para Liang, la nación no era una esencia preexistente. En los últimos años de la dinastía Qing, China sufría la presión de las potencias occidentales, que habían vulnerado su territorio y su soberanía. Esta situación llevó a numerosos intelectuales a repensar el lugar de China en el sistema internacional. La amenaza externa evidenciaba la fragilidad interna y exigía imaginar estructuras políticas capaces de garantizar la supervivencia colectiva.
El ascenso de Japón fue decisivo en esta reflexión. La derrota china en la guerra sino-japonesa de 1894-1895 representó un golpe profundo: Japón, que durante siglos había sido influido por la cultura china, demostraba que las estructuras tradicionales podían reformarse con éxito. Tras la guerra, Japón comenzó a afirmarse como potencia regional.
El nacionalismo de Liang se moldeó en diálogo permanente con actores globales: las potencias europeas, Estados Unidos —que avanzaba en el Pacífico tras la colonización de Filipinas— y Japón, que funcionaba simultáneamente como modelo y amenaza. Para Liang, la identidad nacional no surge de manera espontánea a partir de la cultura, el territorio o un espíritu colectivo. Es un fenómeno pragmático y relacional: se define frente a otros Estados, como forma de resistencia, adaptación y reconstrucción.
La identidad nacional, entonces, es inseparable del sistema global en el que se inscribe; se forma en tensión con presiones externas, influencias culturales, amenazas militares y dinámicas económicas internacionales.
Pensar el nacionalismo desde esta perspectiva permite superar visiones esencialistas de la identidad, tanto en China como en América Latina. Si la nación se construye siempre en relación, su identidad no es fija ni predeterminada: es el resultado de una interacción constante con un mundo que interpela, condiciona y también abre posibilidades. Como señala Wang Hui, incluso la idea de “Europa” se formó en contraste con aquello que no era Europa; sin la expansión colonial, la competencia entre potencias y los tratados para repartirse territorios fuera del continente, sería difícil definir lo “europeo”. Así, las identidades modernas se configuraron a través de disputas geo-ideológicas donde los actores se definían mutuamente y trazaban sus fronteras.
Construyendo puentes: pensar América Latina desde Liang Qichao
Aunque los contextos históricos difieren, América Latina comparte con la China de Liang un rasgo estructural: la necesidad de construir proyectos nacionales en condiciones de desigualdad frente a las grandes potencias. A comienzos del siglo XIX, las jóvenes repúblicas latinoamericanas debieron afirmarse en un entorno marcado por presiones coloniales persistentes, guerras civiles y tensiones entre modelos de modernización y dependencia económica. Del mismo modo, China enfrentaba a fines del siglo XIX invasiones, tratados desiguales y la urgencia de responder a nuevas ideas globales sin perder cohesión interna.
Estos paralelos permiten identificar desafíos comunes: la tensión entre lo propio y lo importado, y la construcción de Estados soberanos en sistemas internacionales cambiantes. Mi investigación reciente sobre China como Estado-civilización dialoga con debates latinoamericanos sobre identidad, mostrando que ambos procesos exploran formas no occidentales de articular comunidad, historia y poder político. En ambos casos, la formación estatal no fue una mera imitación, sino una estrategia creativa para sobrevivir, adaptarse y proyectarse.
La obra de Liang ofrece claves valiosas para pensar los desafíos actuales de América Latina en un orden internacional nuevamente en transformación. En primer lugar, subraya la importancia de entender el sistema internacional como parte constitutiva de los proyectos nacionales. Liang sabía que ningún Estado puede fortalecerse ignorando las dinámicas globales. Para América Latina, esto implica interpretar el ascenso de China, la competencia sino-estadounidense y los reacomodos geopolíticos no como amenazas aisladas, sino como condiciones que inciden directamente en la política interna.
En segundo lugar, destaca la necesidad de construir una ciudadanía fuerte para reducir vulnerabilidades. Liang insistía en que, sin una ciudadanía activa y cohesionada, cualquier Estado sería frágil frente a presiones externas. En América Latina, donde la desigualdad debilita el tejido social, fortalecer la ciudadanía y la solidaridad nacional es un desafío crucial.
En tercer lugar, propone impulsar una modernización culturalmente situada, capaz de dialogar con el mundo sin perder identidad propia. Liang incorporó ideas occidentales y japonesas, pero siempre mediante una reflexión crítica y consciente del encuentro entre sistemas de pensamiento. En un momento de creciente presencia china en la región, América Latina puede encontrar aquí una inspiración para evitar reproducir modelos de dependencia y construir marcos interpretativos propios.
Liang Qichao nos recuerda que la identidad nacional se escribe siempre en diálogo, en tensión con un orden internacional que la condiciona. Su pensamiento ofrece alternativas para concebir el Estado, la ciudadanía y la modernidad, especialmente relevantes para regiones que, como América Latina, buscan afirmarse en un mundo profundamente desigual.
Tender puentes entre la filosofía china y los debates latinoamericanos abre posibilidades para imaginar futuros compartidos, reconociendo que la creatividad política también nace en los márgenes.