Columna sobre Economía, Comercio e Inversión, 1° de Octubre de 2025

Geopolítica y cadenas globales de valor: La inserción de las empresas chinas en el Triángulo del Litio

Por Giselle Ana Sanabria & Agustín Vergalito
El litio ya no es un simple mineral: es el epicentro de la transición energética global y de la disputa por la hegemonía tecnológica del siglo XXI. Sus aplicaciones en baterías, vehículos eléctricos y almacenamiento de energía lo han transformado en un recurso estratégico indispensable. Y es en el Triángulo del Litio compuesto por Argentina, Bolivia y Chile, donde se concentra más del 60 % de las reservas mundiales registradas, que esta disputa adquiere un carácter geopolítico concreto: la creciente y diversa inserción de empresas chinas en la región.
China no solo lidera la demanda mundial de litio. También despliega una estrategia integral para controlar la cadena de valor, desde la extracción hasta la producción de baterías. Este plan se sostiene en políticas internas como la «Civilización Ecológica», «Made in China 2025» y la «Estrategia Nacional de Modernización Industrial», que articulan objetivos ambientales e industriales, al tiempo que promueven la expansión de sus empresas en territorios ricos en recursos naturales, especialmente en América Latina.
Ahora bien, comprender esta disputa requiere observar cómo se extrae e industrializa el litio en los salares de la región. El proceso comienza con la exploración de cuencas cerradas en zonas áridas, donde se concentran salmueras subterráneas. Tras perforaciones exploratorias, las muestras se analizan químicamente: la proporción litio/magnesio resulta determinante, ya que altos niveles de magnesio encarecen la separación y definen la viabilidad del proyecto. Superada la evaluación técnica y económica, se pasa a la perforación y bombeo del recurso, trasladando la salmuera a enormes estanques de evaporación solar. Allí, durante meses —e incluso hasta 18—, el sol y el viento concentran las sales. Posteriormente, se eliminan impurezas y se precipita carbonato de litio (Li₂CO₃) o hidróxido de litio (LiOH), según el mercado. Para baterías, se requiere una pureza superior al 99,5 %, el estándar battery-grade.
Si bien este método es energéticamente eficiente, sus impactos ambientales y sociales son significativos: requiere grandes extensiones de terreno, afecta la biodiversidad y consume enormes volúmenes de agua en ecosistemas frágiles.
La electromovilidad y la creciente demanda internacional intensifican la presión sobre los países productores, que se enfrentan a la disyuntiva entre acelerar la extracción o preservar la sostenibilidad de sus recursos. En este escenario, las inversiones chinas en el Triángulo del Litio muestran patrones diferenciados según el modelo político y regulatorio de cada país.
En Bolivia, las empresas chinas participan a través de asociaciones con Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). Pese a las demoras históricas, hoy existen múltiples plantas en construcción y contratos con consorcios como CATL, TBEA y Citic Group. Con inversiones que superan los 7.000 millones de dólares, Bolivia ensaya un modelo con fuerte presencia estatal que busca resguardar soberanía y promover industrialización local.
En Chile, el panorama es más incierto. Aunque empresas como Build Your Dreams y Tsingshan anunciaron inversiones relevantes, todos los proyectos permanecen paralizados (mayo de 2025). El país, con experiencia previa y un marco regulatorio más consolidado, se muestra menos permisivo frente al desembarco chino. Los obstáculos combinan conflictos normativos, tensiones geopolíticas y resistencias sociales, lo que refleja un debate interno aún no resuelto entre apertura, regulación e interés nacional.
En Argentina, el caso más dinámico y a la vez más preocupante, la ausencia de una empresa estatal y un marco liberalizado han favorecido la expansión de compañías como Ganfeng Lithium, Zijin Mining y Zangge. Con proyectos en Jujuy, Salta y Catamarca (a menudo en alianza con firmas canadienses y australianas), las inversiones chinas superan los 4.200 millones de dólares. Bajo el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), el país consolida un modelo extractivista con escasos beneficios fiscales, quedando reducido a un proveedor subordinado de materia prima sin capacidad real de disputar industrialización ni capturar valor agregado.
Por otra parte, ante creciente demanda de minerales estratégicos, se ha descubierto en Alemania un yacimiento de litio de gran magnitud, cuya estimación alcanza los 43 millones de toneladas. Este hallazgo resulta especialmente significativo si se lo compara con la región objeto de análisis —que abarca territorios de Argentina, Bolivia y Chile—, cuya reserva total se estima en aproximadamente 50 millones de toneladas. La proximidad entre ambos valores posiciona al yacimiento alemán como un actor emergente de relevancia en el escenario global de recursos minerales.
En este contexto, la geopolítica del litio interpela directamente a la región. No se trata solo de atraer capitales, sino de preguntarnos en qué condiciones se integran nuestros territorios al nuevo orden energético global. La ventana de oportunidad podría cerrarse rápidamente con la irrupción de nuevas tecnologías, por lo que pensar estrategias soberanas resulta urgente.
Una de ellas es la conformación de un consorcio latinoamericano del litio, que permita coordinar políticas de explotación, armonizar regulaciones ambientales y laborales, y avanzar en una agenda común de transferencia tecnológica e industrialización. Frente a potencias como China y Estados Unidos, solo una voz regional con peso colectivo puede negociar en mejores condiciones.
La verdadera soberanía sobre el litio no se agota en la titularidad del recurso: exige un Estado activo en toda la cadena de valor, desde la exploración hasta la innovación científica. Implica también revisar marcos normativos y fiscales que hoy favorecen a inversores externos en detrimento del desarrollo local.
De lo contrario, el Triángulo del Litio corre el riesgo de consolidarse como un territorio de sacrificio, donde el valor agregado se genera en otros países mientras aquí persisten enclaves extractivos.
La cooperación regional y una política soberana del litio son condiciones indispensables para que este recurso deje de ser una promesa vacía y se transforme en un verdadero motor de transformación productiva, científica y tecnológica. El desafío es claro: el litio no debe quedar reducido a un simple commodity exportable, sino convertirse en palanca de autonomía y desarrollo con justicia social y sostenibilidad ambiental.
Nota: Este texto se basa en el trabajo presentado por los autores en el II Congreso del Pensamiento Nacional Latinoamericano, celebrado el 29, 30 y 31 de mayo de 2025 en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de La Plata, organizada en conjunto con la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina.
Giselle Ana Sanabria es Licenciada en Geografía e integrante del Departamento de América Latina y el Caribe del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Magíster en Políticas de Desarrollo por la UNLP e integrante de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM).
Agustín Vergalito  es Ingeniero Químico con Maestría en Ingeniería Ambiental, especializado en materiales poliméricos y nanocompuestos aplicados al almacenamiento de energía y al tratamiento de aguas contaminadas. Investigador en la Universidad Tecnológica Nacional en argentina e integrante de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM).