Columna sobre Geopolítica y Geoestrategia. 15 de Junio de 2024

Equilibrio de poder: La política exterior de Estados Unidos en América Latina ante el factor China

Por Hernán Rovella

 

Para comprender la actual competencia estratégica de Estados Unidos en América Latina y el Caribe (ALC) frente a la influencia de China, es necesario examinar los ejes que han guiado su política exterior hacia  ALC y el posterior advenimiento de China. Las diferentes etapas históricas muestran señales e indicadores sobre los vínculos cooperativos y de tensión entre Estados Unidos y ALC, como triangulares con China; con hechos y decisiones de política externa en las que aún residen los fundamentos del porqué Estados Unidos asume un nuevo enfoque en sus relaciones con ALC, particularmente en los campos de la defensa y seguridad. La historia proporciona respuestas que no sólo vinculan dinámicas de relacionamiento bi o tripartitas a datos objetivos de la realidad regional, sino que además se corresponden con cambios en la correlación global de fuerzas entre actores rectores del sistema internacional.
En este sentido, el devenir histórico de las relaciones entre Estados Unidos y ALC se puede dividir a modo de síntesis en cuatro etapas. La primera, comprende desde las guerras de independencia de las monarquías europeas que dieron origen a Estados Unidos como nación independiente en 1776 que desde el comienzo impulsa la proyección del ideario republicano sobre la libertad y derechos civiles hacia el mundo. Luego  la segunda etapa, comprende la consolidación de los Estados Nacionales en América Latina ante la inminente derrota del imperio español; durante este período, Estados Unidos intenta maximizar su influencia regional enfrentando, incluso, al poder residual de potencias coloniales europeas como Francia y Gran Bretaña; para ello, la búsqueda de supremacía regional se explicita por medio de la Doctrina Monroe de 1823.
La tercera etapa, se caracteriza por la aplicación de dos estrategias ambivalentes; la del “Gran Garrote” impulsada durante las presidencias de Theodore Roosevelt y William McKinley, y caracterizada por el intervencionismo activo político, diplomático y militar, particularmente, en América Central y Caribe (México, Cuba); a ella le seguiría, en un giro drástico,  la doctrina del “Buen Vecino”; definida bajo el gobierno deFranklin Delano Roosevelt, buscaba ganar la solidaridad hemisférica y compromisos sobre no agresión ante la inminente intervención de Estados Unidos en la II Guerra Mundial; una doctrina que tenía como finalidad, además, mantener la neutralidad y alineamiento latinoamericano con los aliados beligerantes y no con las potencias del Eje.
La persistencia de tendencias constantes en la política exterior estadounidense heredadas de esta trayectoria histórica, también sería verificable durante la  Guerra Fría mediante diferentes intervenciones militares en países de la región (Guatemala, Panamá), con el objetivo de evitar o contener los avances del comunismo promovido por la Unión Soviética (con epicentro en Cuba) y su versión chino-maoísta en su proyección hacia el Sur continental. (Bolivia). Para lograr estas metas, las iniciativas estadounidenses de política exterior intentan recomponer y/o afianzar alianzas con la región; una de ellas fue “átomos para la paz” con el Presidente Eisenhower y, posteriormente, la “Alianza para el progreso” alentada por el Presidente Kennedy, proyecto que no perduró después de su muerte; a partir de entonces y por casi tres décadas se abre un período caracterizado por la desconfianza entre EEUU y América Latina ante las constantes intromisiones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en procesos políticos internos regionales, alentando golpes de Estado cívico-militares cuyo fin consistía en evitar el ascenso de gobiernos de izquierda y/o filo comunistas; tales los ejemplos más elocuentes en Chile, Brasil, Argentina, Bolivia, Perú y Uruguay, entre otros.
A comienzos del siglo XXI, el escenario de relaciones entre Estados Unidos y ALC se modela sobre la base de la historia previa y se modifica atendiendo la creciente influencia de China en la región como actor extra regional relevante. Si bien en esa etapa, Estados Unidos bajo la presidencia de George W. Bush (hijo), en nombre de los principios económicos de libre competencia y cooperación con China, observaron positivamente este proceso asumiendo que China podría aportar soluciones estructurales a problemas regionales como eran la falta de inversiones extranjeras (IED) e infraestructura, en tanto mantenía sus prioridades de política exterior orientadas hacia escenarios en Medio Oriente (Irak y Afganistán). En ese contexto, China no era vista – aún – como una amenaza a sus intereses regionales.
Pero a partir del año 2016 comienza un nuevo enfoque en la política exterior estadounidense producto de la abierta competencia estratégica con China en los campos comercial, tecnológico, financiero y militar durante el gobierno del Presidente Trump. Estados Unidos reconoce en China una amenaza a sus intereses globales y asiáticos, imponen sanciones económicas (trabas comerciales), establecen diferencias respecto a la “libre navegación de los mares” en el sur de China, reafirman la defensa de Taiwán, critica el robo de propiedad intelectual por parte de China y de prácticas comerciales no competitivas contrarias a los principios de la Organización Mundial del Comercio. Con la pandemia del COVID-19, el proyecto de conectividad global chino con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) que abre las puertas a inversiones en sectores estratégicos en ALC, África, Europa y Asia, y la militarización de islas en el Mar del Sur, el sostenido aumento del presupuesto militar y el formato autocrático que adopta el liderazgo chino, aumentan la brecha de desconfianza y escalan tensiones sino-estadounidenses a nivel global y específicamente en ALC. En ese escenario, las estrategias de seguridad nacional de los Presidentes Trump y Biden comparten como prioritarias, acciones que garanticen la seguridad económica nacional y durante ambas gestiones fueron promulgadas ordenes ejecutivas presidenciales con el fin fortalecer cadenas de suministros, proteger industrias y evitar ciberataques sobre el desarrollo de nuevas tecnologías.
En consecuencia, el “nuevo enfoque” de política exterior de los Estados Unidos hacia la región, responde a lineamientos políticos generales históricos pero adaptados a un nuevo contexto global y regional caracterizado por la primacía de regímenes democráticos y un mayor activismo de actores extra regionales como China, Rusia e Irán. La revisión estadounidense de su estrategia regional revaloriza la importancia estratégica que ALC tiene para sus intereses de mediano y largo plazo; es decir, el accionar que Estados Unidos despliega en la región, refleja un cambio de perspectiva que valora la calidad político- institucional, el progreso económico y apunta a “contener” el avance regional de China.
Para ello, tal como antes propuso a la región iniciativas tales como “The Americas Partnership for economy prosperity”, “The Partnership for Atlantic Cooperation” y la “National Security Memorandum on United States Policy On the Antartic Cooperation”, entre otras. Todas estas iniciativas tienen como denominador común establecer relaciones estratégicas de cooperación con ALC con el fin de no perder oportunidades de acceso a recursos naturales, mantener una presencia activa en el paso interoceánico Pasaje de Drake y en el Atlántico Sur. Por otro lado, cabe destacar que el Departamento de Estado formuló una estrategia para adaptar el programa de Foreign Military Sales  a un contexto internacional de competencia estratégica y, junto con el Congreso y el Departamento de Defensa, intentan agilizar las ventas de armamento a países de la región que son seducidos por la oferta china. Por último, en lo que compete al comercio con la región, Estados Unidos promueve el “Friend shoring”, es decir encadenamientos comerciales que permitan proteger cadenas de suministros; una tendencia que refleja el renacimiento de los “intereses nacionales” por sobre los “intereses globales”.
La historia de las relaciones triangulares entre Estado Unidos, China y ALC, permite detectar factores o variables que provocan reorientaciones en la política exterior estadounidense hacia la región; entre las principales figuran cambios en el contexto internacional, necesidad de ampliar el intercambio comercial, mantener espacios de influencia, y contrarrestar y/o contener la influencia de actores extra regionales como China que intentan erosionar sus intereses nacionales en ALC.  Por su parte China busca posicionarse como superpotencia mundial con la Iniciativa de la Franja y la Ruta entre otras estrategias clave. La creciente competencia entre Estados Unidos y China, pasa entre otros aspectos por el control de cadenas globales de valor, rutas marítimas y la puja tecnológica; en este contexto ALC es considerada como una región de influencia central de disputa. En las actuales circunstancias, un Estados Unidos con menor poder global, parece reaccionar tardíamente; no obstante, aún cuenta con recursos de poder para gestionar el alineamiento regional a su favor ante la influencia de China; para ello, debería recuperar un enfoque de “buen vecino” de manera pro activa con ALC en las dimensiones económica, comercial, de inversión, financiera y tecnológica, sería la estrategia de proyecciones más positivas.

 

Hernán Rovella es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), investigador invitado del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) Argentina e integrante de REDCAEM.