Serie Especial COVID-19. Columna sobre Historia y Relaciones Culturales, 1 de octubre de 2020

La crisis de la pandemia reforzó los lazos entre Argentina y China

Por Gustavo Ng y Néstor Restivo

Desde que irrumpió el COVID-19, el mayor intercambio entre Argentina y cualquier otro país para enfrentar esa emergencia fue con la República Popular China. Primero fue con envíos desde Argentina a China, cuando en ese país comenzó la crisis, y luego por medio de la cooperación a través de donaciones de China, compra por parte de Argentina de insumos médicos, contactos entre profesionales de la salud y hospitales en modo online, la posibilidad de contar con una de las vacunas en desarrollo, un decidido apoyo de parte del Gobierno de China en comunicación directa entre los presidentes Alberto Fernández y Xi Jinping entre otras vías.

Al mismo tiempo, en estos meses de 2020, complejos para toda la humanidad y con una economía y un comercio en seria disrupción, China pasó a ser el principal socio comercial de Argentina, desplazando al tradicional número uno, Brasil. En efecto Brasil, la mayor economía latinoamericana, ha sido durante años el principal socio económico de Argentina, y también político. Desde la recuperación de las democracias a mitad de la década de 1980, ambos Estados fortalecieron vínculos y dejaron atrás celos y rivalidades. Sin embargo, el gobierno de Jair Bolsonaro ha expresado muchas veces posturas ofensivas hacia el actual gobierno argentino. Y al mismo tiempo, la recesión en ambos mercados, agravadas en la pandemia, derrumbaron el comercio bilateral, que es importante para Argentina sobre todo por la cuota de bienes industriales en sus exportaciones, mayor que a cualquier otro destino. Además, con China, que ya venía en ascenso, creció la relación comercial.

En paralelo, se renovó la cooperación financiera entre ambos bancos centrales y se retomaron planes para grande inversiones chinas (represas hidroeléctricas, energías tradicionales y alternativas, puertos, hidrovías, etc.). En tanto, la sintonía política entre ambos gobiernos y ambos partidos de gobierno (Justicialista y Comunista) se afinó en reuniones regulares en formato online. Argentina comenzó el año con un nuevo gobierno, que reemplazó a otro fracasado, el primero desde el regreso a la democracia que, queriendo ser reelecto, no pudo. Ninguna promesa del expresidente Mauricio Macri (derrotar la inflación, la pobreza, récord de inversiones y exportaciones, entre otras) no sólo no se lograron, sino que todas esas variables empeoraron. El pueblo rechazó en primera vuelta, su continuidad. La gestión del Presidente Fernández en estos nueve meses, como en todo el mundo, ha estado condicionada por la emergencia sanitaria, que se sumó a la pésima herencia recibida, en particular por la deuda externa contraída irresponsablemente desde 2016. Cada área donde se pensaba revertir esa situación, en especial en lo social y económico, quedó subordinada a lo que la pandemia permitiera.

Pero los lazos con China continuaron activos. Desde 2004, cuando intercambiaron visitas Néstor Kirchner y Hu Jintao, estos se volvieron más fuerte y hoy la relación tiene el estatus de Asociación Estratégica Integral. Para Argentina China representa una política de Estado, algo poco común en este país. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, Macri y Fernández dieron pasos concretos en consolidarla. Macri fue el presidente argentino que más veces se encontró con su par chino (media docena, algunas en cumbres como las del G-20 y otras en visitas de Estado, en Buenos Aires y Beijing respectivamente). Todos los presidentes argentinos y chinos, desde hace décadas (las relaciones diplomáticas formales datan de 1972) llevaron a cabo visitas bilaterales, pero ninguno tanto como Macri y Xi Jinping. Con todo, eso no tuvo los frutos esperados. Salvo en apertura de mercado para productos argentinos, las inversiones chinas más importantes proyectadas para Argentina se frenaron (excepto el parque solar de Jujuy, el mayor de Latinoamérica, que comenzó a operar este 2020) y una razón indisimulable fue porque el gobierno, el bloque de poder que lo sostuvo y la clase social que lo sustentó se alinearon y fueron permeables a los intereses del gran rival geopolítico chino. Como se sabe, la presidencia de Donald Trump hizo que Estados Unidos volviera su mirada sobre América Latina y desde 2017, la estrategia de “seguridad y defensa” norteamericana tiene en China -y en Rusia- a su rival estratégico. Para Washington, esa disputa global juega un capítulo clave en lo que considera su “patio trasero”.

La pandemia reavivó el tema. En abril de este año, el mes en que apareciera el virus en Argentina, llegó un vuelo de American Airlines desde Estados Unidos con ayuda humanitaria. Pero la noticia pasó desapercibida porque casi en simultáneo ya volaban los de Aerolíneas Argentinas hacia y desde China por la misma razón, y esas noticias sí tuvieron gran impacto. Ese contraste refleja, en escala micro, el escenario de una región que -históricamente en la órbita del Atlántico- empezó a tejer alianzas crecientes con el gigante asiático. Más allá del propio dinamismo del comercio global, del resurgir chino como potencia y de la complementariedad que presenta para las economías de Latinoamérica, es inocultable la contraofensiva de la Casa Blanca y del Pentágono al respecto. Los vuelos de Aerolíneas Argentinas, y algunos barcos, cargaron en Shanghái material médico y sanitario: 28 toneladas o 170 metros cúbicos cada avión con kits de reactivos, elementos de bioseguridad para personal de salud como mascarillas y overoles de alta seguridad), insumos críticos de laboratorio (para análisis de diagnóstico PCR y test rápidos) máquinas para producir unos 2 millones de barbijos en el país por mes, etc. El vuelo que más llamó la atención fue uno con cajas decoradas con frases del famoso libro argentino “Martín Fierro”, sobre la unión de los hermanos. Hubo comunicaciones entre los presidentes y comunicados del Gobierno argentino y de su Cancillería agradeciendo esas acciones. Uno agradeció a Beijing “(…) la estrecha colaboración que en el marco de la Asociación Estratégica Integral binacional ambos países están llevando adelante en el contexto de la pandemia causada por el COVID-19”. Intervinieron también provincias, municipios y empresas. Similares acciones se han dado en toda América Latina.

La historia de los lazos Argentina-China inevitablemente se profundizará. Hay una dimensión histórica y cultural en ella que lo hará posible y hoy tiene un inédito fortalecimiento. No es sólo la permanente comunicación entre sus líderes durante las últimas década, ya mencionado (y se pueden agregar ya los primeros contactos en los albores de la República Popular China y del peronismo en Argentina, hacia fines de la década de 1940, entre Mao Zedong y Juan D. Perón). Es, además, el fortalecimiento de lazos culturales, académicos, intercambio de turistas estudiantes becarios y un mayor conocimiento mutuo el que, superada la pandemia, debería conducir a un vínculo más sólido basado directamente entre los pueblos.  La cooperación alcanzada en esta crisis sanitaria dejará la experiencia de la colaboración y una mayor certeza de que el mundo necesita multilateralismo. Una plataforma que, sustentada en lazos bilaterales y multipolares, sirva de base para una comunidad que ofrezca una mejor vida a todos los habitantes.

 

Gustavo Ng y Néstor Restivo son Directores periodísticos de la Revista DangDai. Miembros del Grupo China en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) e integrantes de REDCAEM. Son investigadores y docentes en Estudios sobre China en las Universidades Nacional de La Plata y Congreso. Coautores del libro “Todo lo que necesitas saber sobre China” (2015).  Buenos Aires: Editorial Paidós.