Columna sobre Historia y Relaciones Culturales, 15 de marzo de 2020

Educación Superior y soft power: ¿Por qué no hay más latinos estudiando en China?

Por Frederico Menino

La actual crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto el lugar central que ocupa China en el mundo, el impacto y repercusiones de esta crisis aún están lejos de ser precisamente dimensionados. Pero la rápida diseminación del COVID-19 — junto al pánico que acompaña la expansión de la enfermedad en cada pueblo — demuestra, una vez más, que China se ha convertido en un país clave en el siglo XXI, la trayectoria de su progreso, su desarrollo — y también sus crisis — están intrínsecamente entrelazados a los destinos del mundo en un contexto de globalización e interdependencia.

En el caso de América Latina, la creciente influencia de China no es algo nuevo. Sin embargo, a pesar de la visibilidad que el país ha logrado obtener en la región, un aspecto en particular de la expansión china sigue siendo largamente inexplorado en el rol de las relaciones entre el gigante asiático y los países latinoamericanos. Me refiero a la impresionante expansión del sistema académico chino y a la importancia estratégica de la internacionalización de sus instituciones y actores de educación superior. En paralelo a su trayecto para posicionarse como superpotencia emergente en las dimensiones económica, tecnológica y militar, China también se esta convirtiendo en una potencia académica y en la actualidad compite para ser un actor central en la economía global del conocimiento junto a potencias tradicionales como Estados Unidos, Japón o las principales potencias de Europa. Ello no se puede disociar del sorprendente camino al desarrollo de China iniciado con las reformas estructurales implementadas en el campo de la educación superior desde fines de los años 70 del siglo pasado, comprendidas dentro del amplio proceso de reforma y apertura impulsado por Deng Xiaoping, estas iniciativas tuvieron como metas originales, ampliar la oferta de educación superior a la creciente clase media china, invertir en capital humano y al mismo tiempo modernizar y profesionalizar la actividad científica en el país, la que había sido profundamente afectada durante la Revolución Cultural. A partir de la década de los 90 y más decisivamente en los comienzos del siglo actual, este amplio proceso de reestructuración del sistema académico chino fue adquiriendo contornos de una política no solamente educacional sino también diplomática. La internacionalización de la educación superior adoptó así un propósito de proyección geopolítica global y fortalecimiento del “soft power” chino en sus relaciones internacionales.

En 1996 fue establecido el China Scholarship Council (CSC), que solamente el año pasado ofreció más de 40.000 becas para estudiantes de todos los continentes para 270 universidades chinas. En 2004, fue creada la agencia Hanban, que hoy administra 532 Institutos Confucios en casi 90 países. Estas agencias, aliadas a iniciativas estratégicas como el Plan de Revitalización Educacional (2002), han contribuido a multiplicar el número de estudiantes internacionales en China y posicionar al país como un gigante en el escenario de la educación internacional. En 2003, por ejemplo, habían poco más de 77.000 estudiantes extranjeros en universidades chinas. En 2019, este número se empino a cerca de 500.000 — la meta establecida por el gobierno chino en 2010, cuando Hu Jintao estableció el “Plan for Study in China”. Curiosamente, América Latina ha participado marginalmente en este proceso de internacionalización chino. De acuerdo con estimaciones del Ministerio de Educación de China, América Latina es el continente que menos estudiantes envía a este país. Por ejemplo el 2018, aproximadamente 6.000 estudiantes latinos fueron a estudiar a China en comparación a 80.000 estudiantes africanos en el mismo año — un crecimiento exponencial, considerando que habían menos de 2.000 estudiantes de África en China en 2003.

Sin embargo han proliferado diversos proyectos e iniciativas que apuntan a fomentar una mayor integración académica entre China y América Latina en las últimas décadas. Ya en el “Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe”, publicado en 2008, el gobierno chino hacia pública su intención de desarrollar la cooperación sino-latina en los campos de la ciencia, la cultura y la educación. Además, foros como CELAC-China, el Consorcio Universitario Fudan-América Latina (FLAUC) y la creación de Institutos Confucio en diversas universidades latinoamericanas, han contribuido a aumentar el interés de jóvenes de la región para estudiar en China. Sin embargo los circuitos en que se desarrolla una colaboración efectiva entre China y América Latina aún permanecen limitados a nichos temáticos dentro de la academia o sectores gubernamentales dedicados a la diplomacia con Asia. Universidades chinas de prestigio internacional como la Universidad Tsinghua en Beijing, aún son desconocidas para el sector universitario de manera amplia en Latinoamérica. De igual manera, universidades, gobiernos, empresas y organizaciones de jóvenes en América Latina, todavía no han aprovechado de manera satisfactoria el inmenso potencial estratégico de iniciativas académicas de largo plazo y de impacto global, como es el caso del programa de becas Schwarzman Scholars.

Múltiples razones estructurales, históricas, culturales y económicas, podemos atribuir a los persistentes desafíos de atraer estudiantes latinos hacia China o integrar de forma más profunda a los sectores académicos de China y América Latina. Sin embargo, es cierto que participar más efectivamente del actual proceso de internacionalización chino así como aprovechar las oportunidades de intercambio educacional existentes son imperativos del contexto geopolítico del siglo XXI. Más que simplemente conocer y estudiar sobre China, es necesario participar activamente de los nuevos flujos de conocimiento global, los cuales son cada vez más influenciados por China. En el escenario actual, establecer, mantener y diversificar las redes de intercambio cultural son requisitos fundamentales para ser parte activa de la sociedad global.

Frederico Menino es miembro del equipo de reclutamiento y admisiones del Programa Schwarzman Scholars y doctor en Sociología por la Universidad The New School en Nueva York.