Serie Especial COVID-19. Columna sobre Historia y Relaciones Culturales, 15 de mayo de 2020

Del SARS al COVID-19: Panorama de las relaciones sino-mexicanas en tiempos de pandemias

Por Eduardo Tzili-Apango 

La pandemia del nuevo coronavirus –COVID-19 o SARS-CoV-2– ha cimbrado la dinámica de las relaciones internacionales contemporáneas, porque al involucrarse con las estructuras del sistema internacional deja entrever numerosas situaciones, problemas, procesos y tendencias de las que, tal vez, no existía plena consciencia. Para ilustrar este punto, me centro en la dinámica de las relaciones –y cómo se vieron afectadas– entre dos Estados en los que han surgido recientes brotes de COVID-19, China y México.

En retrospectiva cuando el Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS por sus siglas en inglés) surgió en China en noviembre de 2002, el país asiático recién había ingresado a la Organización Mundial del Comercio (OMC), situación que acentuó la competencia económica de ambos países, pues uno y otro apostaban por un desarrollo económico basado en exportaciones. El SARS agudizó la animadversión que ya se estaba dando entre China y México a raíz de la competencia económica y comercial. Es decir, sin SARS, en México se veía con preocupación la competencia china en terceros mercados –particularmente el estadounidense–, y con SARS se vio una oportunidad de ganar terreno, aunque al final se percibió “desaprovechada”. Por tanto en México el SARS se observó como una amenaza y oportunidad económica que representaba China, y no tanto como una amenaza a la salud. Sumado a lo anterior, el SARS ofreció un espacio para el incremento del histórico racismo antichino en México. En abril de 2003 fueron confinados 38 entrenadores chinos en el Centro Ceremonial Otomí para “evitar un posible contagio del SARS”, esto a pesar de que trajeron consigo certificados médicos de buena salud. Este acontecimiento formo parte del inicio de todo un proceso de construcción de una percepción negativa mexicana en torno a China, ampliamente estudiada. Lo destacable aquí es que el gobierno chino no hizo mucho eco de este hecho, y en diciembre de 2003 el entonces primer ministro, Wen Jiabao, visitó México –la primera visita de un primer ministro chino al país latinoamericano en ocho años–. En esta visita se estableció una asociación estratégica y se firmaron tres acuerdos de cooperación, entre los cuales destaco un acuerdo de cooperación en materia de salud.

En enero de 2009 con el inició de la pandemia de gripe A (H1N1) –también llamado virus H1N1/09– en la entidad mexicana de Veracruz, se expandió rápidamente por todo el mundo. Frente a esta situación, el gobierno chino repitió una estrategia del gobierno mexicano durante el SARS, la de confinar a un grupo de casi un centenar de mexicanos para prevenir el contagio, ello a pesar de no mostrar síntomas. Sin embargo, a diferencia de la reacción del gobierno chino durante el SARS, el gobierno y la prensa en México protestaron airadamente, e incluso ello sirvió de espacio para criticar la falta de transparencia con la que China gestionó los datos durante el SARS. Esto causó una fricción diplomática que llevó a la relación bilateral al punto más bajo de su historia reciente. Lo anterior fue síntoma de cómo el gobierno mexicano de entonces, estaba manejando los vínculos sino-mexicanos, que se podría caracterizar como un manejo “errático”, mostrando signos paralelos de sumisión y enfrentamiento con el gobierno chino. En todo caso, ello también es manifiesto de una histórica tendencia entre los gobiernos mexicanos: la ausencia de una política exterior clara con respecto a la República Popular de China. En ese contexto, la pandemia del AH1N1 sirvió de oportunidad política para ambas partes, aunque en el caso de México esta política era errática. En el caso chino, ante cuestionamientos de la prensa en una gira por Medio Oriente del entonces portavoz chino de Relaciones Exteriores, sobre la reacción mexicana ante la “discriminación” china por el confinamiento de turistas mexicanos, este respondió que las medidas no estaban dirigidas contra ciudadanos mexicanos en particular, y resaltó que la relación sino-mexicana es de amistad y de cooperación. Probablemente hayan existido casos de racismo en ambas situaciones, pero las reacciones de ambos gobiernos develan manifestaciones distintas de percepciones y estrategias de política bilateral, lo que conduce a acciones diferentes.

En el caso de la actual pandemia del COVID-19, esta llegó en un momento considerado como “de oportunidad” para las relaciones sino-mexicanas, sobre todo por la coyuntura que ha ofrecido la “guerra comercial sino-estadounidense”. A pesar de repetir el patrón histórico de una falta de política exterior hacia China en la actual gestión del Presidente López Obrador –situación que se puede observar en su “Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024”, así como en su Primer informe de gobierno de 2019–, su gobierno ha mostrado signos de reacercamiento con China. Por ejemplo, el presidente mexicano se reunió con el entonces embajador chino en México justo después de haber ganado las elecciones; a dicho embajador se le otorgó la condecoración “Orden Mexicana del Águila Azteca”. De igual modo, un ex embajador mexicano en China fue nombrado Subsecretario de Relaciones Exteriores (vicecanciller) y se estableció el Grupo de Amistad China-México en la Cámara de Diputados. A diferencia de las tensiones anteriores surgidas en el marco de las pandemias del SARS y del AH1N1, la relación sino-mexicana parece haber aprovechado la coyuntura política actual que ofreció el contexto del COVID-19. Fiel al principio de perfil bajo en política exterior de la administración lopezobradorista, el gobierno mexicano ha evitado pronunciarse sobre el origen del coronavirus –algo a lo que China tiene una particular sensibilidad–, y ha sido precavido en torno a un discurso que pueda exhibir discriminación frente a las personas de origen chino, o que pueda criticar la gestión del gobierno chino frente al COVID-19. Por su parte, el gobierno chino ha resaltado la solidaridad mexicana en relación a los esfuerzos iniciales de China para enfrentar la pandemia, y a hecho gala de la llamada “diplomacia de mascarillas”, en la que se han enviado toneladas de insumos y materiales médicos para ayudar a México a lidiar con el COVID-19. Hasta el momento no se ha sabido de casos de personas de ambas nacionalidades que hayan sido confinadas como en pandemias pasadas, por lo que no se han producido fricciones diplomáticas derivadas de ello.

En síntesis, la relación sino-mexicana en tiempos del COVID-19, parece distanciarse de las dinámicas bilaterales acaecidas durante el SARS y el AH1N1. Durante la pandemia de 2003 México percibió una oportunidad económica que, aparentemente, desaprovechó, mientras que China se acercó políticamente a México. Durante la pandemia de 2009, ambos actores se distanciaron debido a las posturas del gobierno mexicano, aunque pudieron retomar su cauce debido al interés del gobierno chino –el entonces vicepresidente Xi Jinping viajó a México a tan solo un mes del brote del AH1N1–. En el marco de la actual pandemia, ambos actores han aprovechado la coyuntura; en el caso de México ha existido un acercamiento prudente a China por una cuestión de “discreción”, o incluso “sumisión”, y en el caso del país asiático se ha ofrecido un marco para el ejercicio de su poder lenitivo a partir de la “diplomacia de mascarillas”. Por parte de México, la sumisión puede ser signo de que el poder lenitivo chino ha dado resultados, ya que además de las tradicionales herramientas de influencia china –entre las que destaca el viaje de una delegación de altos funcionarios del partido mexicano gobernante, “Morena”, a China–, se han realizado eventos de difusión de la “marca-país” de China en el seno de instituciones gubernamentales mexicanas –como el “Día de China” en la Secretaría de Economía– y China ha invertido una fuerte suma para la solvencia financiera de Petróleos Mexicanos (Pemex). Por parte de China, el aprovechamiento de la oportunidad política que ha ofrecido el COVID-19 en su relación con México, parece enmarcarse en los intentos de “flanquear” la famosa “cláusula anti-China” del nuevo Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC o USMCA por sus siglas en inglés) y de participar en los ambiciosos proyectos de infraestructura de la administración lopezobradorista, particularmente el Tren Maya, intereses que al final van en línea con los intereses globales del país asiático. Por ahora, la relación parece ir viento en popa para los intereses de ambas administraciones. Sin embargo, la ausencia de una política clara y de largo plazo por parte de los gobiernos mexicanos es el “talón de Aquiles” que ha provocado problemas en el pasado.

 

Eduardo Tzili-Apango es Profesor e Investigador en el Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco en México. Miembro del grupo de estudios sobre Eurasia.