Serie Especial COVID-19. Columna sobre Geopolítica y Geoestrategia, 15 de septiembre de 2020

COVID-19: Punto de inflexión en las relaciones asimétricas entre China y América Latina

Por Pamela Aróstica

Las relaciones entre China y América Latina han experimentado distintas etapas en perspectiva de larga duración, y la actual crisis generada por el COVID-19, marca un nuevo punto de inflexión en estos vínculos. Para enmarcar el contexto actual, entre los hitos anteriores de estas relaciones destaca la década de los setenta cuando once países latinoamericanos establecieron vínculos diplomáticos con China. A partir de ese momento los lazos entre América Latina y China se fueron perfilando por medio de la paulatina emergencia del país asiático como actor económico global, por las huellas experimentadas por las relaciones a través del estrecho de Formosa y también por el rol clave de las relaciones triangulares con Estados Unidos. En la década de los setenta y ochenta primó el pragmatismo chino frente a las dictaduras militares latinoamericanas y en la década de los noventa se marcó otra etapa con el creciente auge de las relaciones económicas y comerciales con China en la cuenca del Pacífico. A principios del nuevo siglo, el intercambio económico y comercial entre China y América Latina se fue desarrollando de forma exponencial y a partir de 2008 comienza una etapa de mayor presencia física por medio de inversiones y préstamos chinos a la región. La última década se constituye como una nueva etapa con la ampliación de las relaciones en distintas dimensiones, posicionando a China como un actor fundamental para Latinoamérica.

Desde la década pasada, la inserción de China en América Latina ha puesto de manifiesto estrategias operativas fundamentales con un intenso y complejo grado de despliegue, pero sus efectos en perspectiva de la asimetría con la región han sido poco abordados. El alcance de China es amplio, activo y tiene repercusiones estratégicas sobre distintos foros bilaterales, multilaterales e instituciones financieras con una creciente presencia en América Latina, así como en organizaciones regionales, subregionales y hemisféricas de cooperación. China ha tenido un mapa de navegación en que ha establecido con claridad la amplitud de sus intereses en Latinoamérica, pero la pronunciada asimetría se evidencia en que ningún país de la región ha logrado responder con la misma claridad y capacidad en su política exterior hacia China, por tanto en estas relaciones asimétricas ha sido China quien ha marcado la pauta. En tanto, en América Latina hay un déficit de pensamiento crítico sobre los alcances de China en la región a nivel de los actores políticos, académicos o empresariales. ¿Por qué ocurre esto?, el problema se centra en que las capacidades de Latinoamérica con respecto a China, generan una relación asimétrica, en la cual el lado menor esta más expuesto a las acciones del lado mayor, y el interés relativo en la relación, conduce a una diferencia en la atención relativa. Por tanto el problema es que la diferencia en el interés y atención, produce una diferencia de perspectiva entre ambos lados, y los distintos países latinoamericanos interpretan la relación en base al grado de su exposición frente a China. Por tanto como lo indica Brantly Womack y adaptando su teoría de la asimetría para la comprensión de las relaciones entre China y América Latina, en una relación de asimetría, desde el punto de vista del lado menor, el lado más grande amenaza por su mayor tamaño, y aún cuando no este amenazando al más pequeño, este último se sentirá amenazado debido a la disparidad de capacidades.

En este contexto, es posible afirmar que la pandemia del COVID-19 marca un punto de inflexión en las relaciones asimétricas entre China y América Latina. La crisis actual ha puesto de manifiesto no solamente el crecimiento estrecho de estas relaciones asimétricas en distintos planos, también ha derivado en un nuevo pragmatismo de China hacia América Latina. ¿Cómo se manifiesta este nuevo pragmatismo hacia la región?, se plasma en el despliegue de una ofensiva diplomática más frontal e intimidante, como una tendencia que se ha acrecentado en el escenario de pandemia, dejando atrás las sutilezas en la construcción del discurso de la política exterior de China hacia Latinoamérica, aquella que le abrió paso en un avance expedito y continuo en la región y también en positivas percepciones a nivel político, académico y del sector privado. Esta nueva diplomacia china, no acepta las críticas sobre el origen del virus, tampoco sobre su manejo inicial y en paralelo ofrece como parte de la denominada “diplomacia de las mascarillas”, su ayuda a los países latinoamericanos en la medida que acepten sin cuestionamientos que China es un modelo en la gestión de la crisis. Esta ayuda se concreta por medio de equipamientos, insumos médicos y ofrecimiento de préstamos para financiar la compra de la futura vacuna, entre otros mecanismos.

El rol fundamental de esta nueva diplomacia es defender el papel del gobierno chino en la pandemia y desafiar a quien se atreva a cuestionar las versiones oficiales. En este sentido y a objeto de neutralizar las críticas y construir un discurso coordinado que proteja la imagen de China como “potencia responsable”, juega un rol clave la estrategia de intensificación del trabajo de la nueva diplomacia china por medio de una serie de videoconferencias o foros online con asociaciones y medios de comunicación latinoamericanos, con organismos regionales, con los Embajadores latinoamericanos acreditados en China, con Ministros de Relaciones Exteriores de la región, etc. Sin embargo, ¿se puede observar un cambio en las percepciones latinoamericanas sobre China a raíz del COVID-19?. La respuesta tiene matices interesantes y es dual: no a nivel gubernamental, académico y empresarial latinoamericano, dado que se mantienen las percepciones positivas de China “como socio o amigo confiable”, por conveniencia o convicción. En paralelo, si se denota un cambio a nivel de la sociedad civil que comienza a percibir a China de una forma más critica y ello se pone de manifiesto al revisar diversas voces en medios de comunicación independientes, blogs de opinión y entrevistas a actores de la sociedad civil.

Claramente los efectos de la pandemia no afectan de igual forma a todas las regiones del mundo y hay asimetrías que se acentúan a nivel interno, externo, denotando distintos niveles de intensidad. Mientras China muestra signos de recuperación en su economía, el pronostico para América Latina es sombrío. De acuerdo a estimaciones de la OCDE y CEPAL, se proyecta que 45 millones de personas caerán en la pobreza en América Latina este 2020 y que la crisis está exacerbando desafíos estructurales interrelacionados, que incluyen altos índices de desigualdad e informalidad, bajos niveles de productividad y servicios públicos e instituciones  deficientes. Pero esta crisis del COVID-19 en Latinoamérica, no solamente tiene una dimensión económica que empina de manera severa la curva de la recesión, también tiene un impacto negativo en materia de salud y educación, sumado a la proliferación de enfermedades mentales como la depresión, el aumento de la violencia doméstica, incremento de la delincuencia, protestas y descontento social entre otros aspectos vinculados al desarrollo social de América Latina.

La crisis actual generada por la pandemia, es un punto de inflexión y un factor intensificador de las asimetrías en las relaciones entre China y América Latina, dado que acentuará la desigualdad y vulnerabilidad de la región frente a este país. Finalmente ¿qué elementos se proyectan en las relaciones asimétricas entre China y la región como una nueva tendencia en el escenario en desarrollo y post-pandemia?. Es una crisis cuyas consecuencias no serán de corto plazo, y en la urgencia de los gobiernos latinoamericanos por intentar enfrentarla en sus distintas dimensiones, es previsible un incremento del endeudamiento con China con algunas implicancias complejas: incapacidad de pagar estas deudas, incremento de la corrupción y riesgo de entregar en comodato o ceder infraestructura clave para poder saldar estas deudas. Por parte de China éste será un escenario propicio para intensificar la cooperación con la región, como una herramienta clave de su política exterior engarzada a sus intereses y a una influencia política cada vez mayor y creciente en Latinoamérica. La relevancia de América Latina para China, cuya meta es consolidarse como una súper-potencia en el mediano plazo, no solamente se debe a sus intereses económicos de asegurar acceso a mercados, fuentes de materias primas, alimentos y recursos energéticos, sino también a sus intereses políticos, diplomáticos y geoestratégicos que se verán de forma aún más acentuada en el escenario post-pandemia.

 

Pamela Aróstica es Directora de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM). Doctora (Ph.D.) en Ciencias Políticas de la Freie Universität Berlin, Magíster en Estudios Internacionales e Historiadora de la Universidad de Chile.