Serie Especial COVID-19. Columna sobre Economía, Comercio e Inversión, 1 de agosto de 2020

COVID-19, cadenas globales de valor y dependencias comerciales con China

Por Ignacio Bartesaghi

La emergencia sanitaria generada por el COVID-19 iniciado en China a fines de 2019, generó una crisis inédita de dimensiones globales con diversas consecuencias en el plano sanitario y social, pero también en el económico y comercial. La propagación del virus en China, el que se extendió rápidamente a nivel mundial, llevó a medidas extremas de confinamiento que paralizaron las actividades de producción y comercio de bienes y servicios, impactando directamente en las cadenas de suministro y paralizando muchas industrias. A raíz de dicha situación, varios países de todos los continentes, dependientes directamente del comercio con China, se han visto afectados, generando el replanteamiento de la dependencia comercial con el país asiático y en un aceleramiento de algunos debates que ya estaban en curso.

El papel de China en el comercio mundial se ha incrementado significativamente en las últimas décadas, transformándose en uno de los principales jugadores globales en el comercio de bienes y servicios. El auge de las cadenas globales de valor derivó en un aumento de la interdependencia entre los participantes, pero sobre todo de China, que se ha convertido en el epicentro de la llamada fábrica Asia y que también ha incrementado su participación en las redes de suministro mundiales. Al respecto, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), estima que un 20% del comercio global de insumos intermedios proviene de China, frente al 4% que representaba en 2002. Es cierto que las cadenas globales de valor ya venían experimentando cambios en los últimos tiempos (en un fenómeno conocido como el reshoring), en especial por los avances tecnológicos (automatización), las políticas públicas aplicadas por algunos Estados (Estados Unidos) y la incertidumbre generada por fenómenos como la guerra comercial y el Brexit. De cualquier forma, la pandemia ha planteado nuevos desafíos para las redes de producción mundiales, las que hoy están en el centro del debate y desafía a muchos países en términos de sus políticas públicas. Ocurre que, debido a las medidas implementadas por los diferentes países para contener la propagación del virus, como por ejemplo las cuarentenas obligatorias y otras medidas de aislamiento, el suministro de materias primas, insumos intermedios y productos finales se vio obstaculizado.

Si bien el fenómeno de la subcontratación, la fragmentación de la producción y el alargamiento de las cadenas globales de valor ha generado mayores ganancias derivadas de la especialización, así como de la gestión justo a tiempo que permite tener inventarios mínimos, la pandemia del COVID-19 ha mostrado las fragilidades de este sistema. En los primeros tres meses de 2020, las redes de suministro mundiales se vieron literalmente paralizadas en algunos sectores debido al cierre temporal de fábricas (y en algunos casos definitivos), junto con los cierres de fronteras y la interrupción del transporte internacional, lo que llevó a una importante contracción del comercio mundial. Cabe recordar que las cadenas de valor se han visto afectadas desde el primer momento que comenzó el brote en Wuhan, dado que la importante ciudad china es uno de los mayores centros de producción de manufacturas, especialmente en el sector automotor, electrónico y farmacéutico. La elevada dependencia comercial de muchos países con China es evidente no solo en las cadenas de suministro, sino también en la proveeduría de bienes finales. Por otro lado, la potencia asiática también se transformó en un comprador voraz de bienes y servicios de bienes intermedios y también finales.

La guerra comercial desatada entre Estados Unidos y China, hoy ya denominada por el propio gobierno chino como Guerra Fría, ha puesto en el centro de la escena las dependencias de los países con las principales potencias. Por ejemplo, el debate desde hace un tiempo sobre la disponibilidad de tierras raras, utilizadas para la producción de la mayoría de los equipos de alta tecnología, explicando China nada menos que el 70% de la producción mundial de ese producto en 2018. Una situación similar se observa en la industria farmacéutica, donde el país asiático cuenta con un elevado porcentaje del mercado estadounidense y se ha posicionado como proveedor de los principales activos para la industria. Considerando esta realidad y los cambios estructurales que se están observando en el comercio mundial, no son pocos los gobiernos que comienzan a preguntarse cómo harán para disminuir la dependencia con China en el corto y mediano plazo, mientras que el gigante asiático busca acelerar su ritmo de recuperación (en el segundo trimestre del 2020 ya hay señales de recuperación económica) para volver a traccionar la economía mundial como ocurrió en las últimas décadas.

Previo a la aparición de la crisis, algunas empresas contaban con un plan de gestión de riesgo de las cadenas de suministro y lograron mantener en funcionamiento sus operaciones, si bien en todos los casos a un nivel muy bajo de actividad por la estrepitosa caída de la demanda global. Muchas otras no adelantaron una crisis de esta dimensión y enfrentaron enormes desafíos para sostener la actividad. Debido a la nueva realidad impuesta por la pandemia, las empresas están optando por diversificar sus cadenas de suministro o están apostando a contar con inventarios para enfrentar posibles crisis con efectos similares al COVID-19. Al respecto de las dependencias generadas por la proveeduría de bienes intermedios para la industria manufacturera (el fenómeno también se registra ampliamente en diferentes categorías del comercio de servicios, pero allí existen dificultades desde el punto de vista de los registros), seguidamente se presenta algunos ejemplos para el caso de Alemania y Japón, dos economías que se encuentran muy integradas a las cadenas globales de valor. En el caso de la potencia europea, China juega un rol muy relevante en la proveeduría de diodos, transistores y dispositivos de material semiconductor (Partida 8541 del SA), llegando a explicar el 34,6% del total adquirido de este bien. El monto total adquirido por Alemania de este producto alcanzó los US$ 2.322 millones en 2019 y creció a una tasa anualizada del 20% entre los años 2001 – 2019 (mientras que las importaciones totales realizadas desde Alemania de este producto lo hicieron al 6% en el mismo período y llegaron a los US$ 6.700 millones) (Fuente: Trade Map).

Por otro lado, si se atiende a las adquisiciones realizadas por Alemania de la Partida 9401 del SA correspondiente a los asientos, incluidos los transformables en cama y sus partes, productos que en un importante porcentaje son destinados a la industria automotriz, también se observa en los últimos años una cada vez mayor participación de China como proveedor de este bien. Las importaciones de este producto desde la potencia asiática superaron los US$ 1.300 millones y registraron una variación anualizada del 17% entre los años 2001 – 2019, mientras que las compras alemanas totales de ese rubro llegaron a los US$ 7.800 millones en 2019, registrando un crecimiento del 5% en el mismo período. Cabe señalar que este ejercicio se repite con un importante número de productos considerados intermedios y que muchos de ellos son clave para la continuidad de las operaciones de la industria automotriz, mecánica o electrónica de la economía europea.

Si se replica el mismo ejercicio en el caso de las compras realizadas por Japón desde China para los mismos dos productos tomados como referencia, la dependencia observada es todavía mayor, lo que se explica por la cercanía geográfica y por el rol que juega China como líder de la denominada fábrica de Asia (en Europa es Alemania y en Norteamérica es Estados Unidos), lo que ha llevado a que un importante número de empresas japonesas estén radicadas en China. Las importaciones japonesas desde China de diodos, transistores y dispositivos de material semiconductor (Partida 8541) superaron los US$ 2.500 millones en 2019 y crecieron a una tasa anualizada del 16% entre los años 2001 – 2019, representando nada menos que el 52% del total adquirido desde el mundo. Mientras tanto, las importaciones japonesas de dichos productos desde el mundo fueron cercanas a los US$ 5.000 millones, mostrando una tasa de variación anualizada del 7% entre los años 2001 – 2019 (Fuente: Trade Map). Las compras de este producto mostraron un muy buen desempeño hasta el año 2014, fecha a partir del cual comenzaron a descender mostrando en los dos últimos años cierta estabilización. En el caso de la Partida 9401 correspondiente a los asientos, incluidos los transformables en cama y sus partes que tienen en su gran mayoría como destino la industria automotriz japonesa, las compras desde China alcanzaron los US$ 1.800 millones, creciendo a una tasa anualizada del 13% entre los años 2001 – 2019. Las compras desde Japón de este producto desde el mundo llegaron a los US$ 2.800 millones mostrando una tasa de crecimiento del 5% en el mismo período. (Fuente: Trade Map).

Como conclusiones en base a las proyecciones que adelantan los principales organismos internacionales, los impactos del COVID -19 se harán sentir muy fuertemente en la economía global. Además de la importante baja del PIB mundial, el comercio y las inversiones en 2020, lo que tendrá su impacto a nivel social (aumento del desempleo y por tanto de la pobreza), la pandemia ha acelerado ciertos debates que ya estaban en curso. Las dependencias en la relación comercial con China es una cuestión recurrente en los debates académicos, pero también a nivel de la política pública. En América Latina las discusiones suelen centrarse en el rol que ha tomado la potencia asiática como comprador de alimentos y minerales, pero también en los efectos que este fenómeno tiene en la reprimarización de las estructuras productivas de la región. Debe tenerse en cuenta que la baja del crecimiento económico que se registrará en China en 2020 debido a la pandemia tendrá sus efectos directos en América Latina, agravando en algunos países la delicada situación social que se enfrentará por la caída del empleo y el aumento de la pobreza. En el caso de las economías desarrolladas, los debates están centrados en la dependencia de China como destino de bienes sofisticados, pero también en las cadenas globales de valor. Al respecto de este último tema, es claro que la pandemia del COVID-19 evidenció fragilidades en las cadenas de suministro de bienes y servicios, lo que ya no solo tiene que ver con aspectos económicos y comerciales, sino también con crecientes intereses geopolíticos.

Desde el apagón industrial decretado en Wuhan en enero de 2020, algunas de las industrias más desarrolladas del planeta comenzaron a verse en aprietos para sostener su actividad normal, ya no solo en bienes intermedios, lo que generó en algunos casos una paralización de la industria tecnológica, sino también en bienes muy demandados en este contexto, como el caso de los productos e insumos médicos, donde China también juega un rol preponderante. Si bien el comercio de bienes intermedios ya muestra tendencias a la baja en muchas categorías, además del proceso de reshoring fomentado por las políticas públicas impuestas por algunas potencias como Estados Unidos y, hoy posible debido a los cambios tecnológicos, las estadísticas demuestran que no será fácil cortar con las dependencias comerciales que se han generado con China en los últimos 20 años. Hacerlo implicaría tomar definiciones que podrían afectar la competitividad de los bienes finales afectando al consumidor y la ganancia de las empresas.

 

Ignacio Bartesaghi es Doctor en Relaciones Internacionales. Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y Coordinador del Eje Economía, Comercio e Inversión de REDCAEM.