Columna sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1° de abril de 2020

Concepto de civilización ecológica de China: ¿más que retórica para América Latina?

Por David Castrillón
El resurgimiento chino ha implicado serios retos para el orden internacional existente, no solo porque China es el primer gran poder del Sur Global –y en esa medida posiblemente adoptará un comportamiento diferente al de los poderes establecidos del Norte Global–, sino también por las consecuencias tanto positivas como negativas que trae su modelo de desarrollo. En la intersección de estos dos retos se encuentra el asunto medio ambiental. Desde 1978, el modelo económico chino se basó en parte en la atracción de inversión en actividades de manufactura con un alto impacto negativo para el medio ambiente. A medida que este modelo resultó en el enriquecimiento de la sociedad china, los nuevos miembros de la clase media china empezaron a actuar como consumidores occidentales, por ejemplo, adquiriendo más vehículos y consumiendo más carne. Finalmente, estas y otras dinámicas llevaron a China a ser el mayor emisor de gases de efecto invernadero a nivel mundial; a degradar la calidad del agua y la tierra del país; a ejercer una fuerte presión sobre muchas especies en el territorio y a profundizar el impacto de la desertificación entre otras consecuencias.
Como respuesta, desde la década de los noventa y con mayor compromiso desde los inicios del nuevo siglo, el gobierno chino tanto a nivel central como local, ha emprendido una constelación de políticas públicas para tratar de revertir lo que se ha entendido como una grave amenaza para la seguridad nacional e internacional. Por ejemplo en 1994, China fue el primer país en publicar un plan nacional en el marco de la Agenda 21 de la Cumbre Mundial, en 2002 se incluyó el desarrollo sostenible como parte de la visión oficial de China como una sociedad medianamente próspera, y en 2007 China fue el primer país en vía de desarrollo que lanzó un plan para hacer frente al cambio climático. Pero de todas las medidas impulsadas hasta la fecha, la que ha llevado a cambios más profundos y la que, más que una política para implementar a nivel doméstico, representa una visión a largo plazo de dimensiones globales, es la de la narrativa de construcción de una “civilización ecológica” (生态文明). Este concepto, que hizo su debut en el XVII Congreso Nacional del Partido Comunista de China de 2007, ha sido descrito por los medios oficiales chinos como “un principio guía orientado hacia el futuro”.
Desde mediados de esta década, lo que empezó como un concepto difuso se ha convertido en una narrativa oficial atada a objetivos, principios y planes detallados, muchos de ellos descritos en el Documento Central Número 12 del PCCh de 2015. Su fin es el de desarrollar reformas sistémicas a nivel nacional chino, que no solo detengan o reviertan los efectos negativos del modelo de desarrollo chino, sino también promuevan el desarrollo ecológico en China y el mundo. De las medidas atadas a esta narrativa, algunas de las más destacadas son: incluir objetivos ecológicos como parte de las evaluaciones de desempeño de oficiales públicos, mejorar el monitoreo estadístico y la supervisión de las entidades de orden público, cultivar una buena cultura social que promueva la civilización ecológica, apoyar la participación pública permitiendo una mayor supervisión por parte de la sociedad civil y proteger el “derecho de saber” de la sociedad entre otras medidas.
El concepto de construcción de una civilización ecológica, intenta encarnar la promesa china de ser un nuevo tipo de gran poder. Pero si bien este concepto promete mejoras en las prácticas de actores económicos al interior de China, quedan dudas sobre su impacto fuera de su territorio. Esta es una pregunta particularmente relevante para América Latina y el Caribe, una región que ha profundizado sus lazos con China a través de la creciente participación de entidades chinas en la financiación, construcción y operación de grandes proyectos de infraestructura. Si bien es muy temprano para llegar a una respuesta definitiva, vale la pena resaltar dos grandes tendencias con respecto al impacto del concepto sobre estos proyectos, estas apuntan a un creciente compromiso por efectuar la visión de construir una civilización ecológica más allá de las fronteras chinas. En primer lugar, es posible un cambio en el perfil de las inversiones chinas en la región. Si bien para el periodo 2004-2010, 60% de la inversión china iba al sector minero-energético, ya para el periodo 2011-2017 esta había caído al 26%. Esta reducción en el peso de las industrias extractivas (con mayor huella ecológica) ha venido acompañada por un mayor interés en la inversión en los servicios, las energías renovables y la agricultura, entre otros. En el 2019, por ejemplo del total de USD$12,1 mil millones en inversiones y contratos de construcción en la región, USD$2,5 mil millones, o 20.6%, fueron destinados a proyectos de energías renovables o hidroeléctricas.
En segundo lugar, se observa un paulatino cambio en las prácticas ambientales y sociales relacionadas a estos proyectos. Estas han sido posibles gracias a una mayor supervisión y regulación del gobierno chino, que está especialmente interesado en cuidar su imagen en el exterior. Al respecto resaltan dos medidas instituidas en 2017 y 2018 que obligan a las partes chinas a cumplir con sus responsabilidades sociales, por ejemplo: ser transparentes, comunicarse con la sociedad civil y llevar a cabo evaluaciones de riesgo al medio ambiente, haciendo un llamado a seguir estándares internacionales y multilaterales cuando no existen en el país receptor. Lo cierto es que se debe hacer un mayor seguimiento al desarrollo de este concepto y su operacionalización, tanto al interior de China como en las prácticas de entidades chinas en regiones como América Latina y el Caribe, dado que de su cumplimiento depende una mayor cooperación en materia medio ambiental entre China y la región.
David Castrillón es docente-investigador del Observatorio de Análisis de Sistemas Internacionales (OASIS) del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales (CIPE) de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.